Sobre personas y organizaciones

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Desafío… Desafiar: del “qué-hacer” al “qué-pensar”

foto_enlacuerdafloja1_1La naturaleza del trabajo en la economía del conocimiento ha cambiado. Y es preciso hablar en tiempo pasado,  porque estos cambios ya hace tiempo que han pasado literalmente por encima  del “quehacer” cotidiano de muchos profesionales que desarrollan su actividad a través y desde el conocimiento.

Sin embargo y pese a que resulta sencillo observar en qué medida la naturaleza del trabajo ha cambiado, la mayoría de profesionales apenas han variado un ápice su patrón de comportamientos.

Se han escrito ríos de tinta para explicar los cambios en la naturaleza del trabajo, pero por su habilidad para  – paradójicamente – evidenciar las diferencias entre el trabajo tradicional y el trabajo del conocimiento os recomiendo que leáis el libro de José Miguel Bolivar “Productividad Personal” y en concreto los capítulos 3 y 4 del mismo…

Como bien explica José Miguel, el trabajo tradicional se caracteriza por:

– La tarea a realizar es evidente y también lo es cuando está terminada.

– Es relativamente estable y predecible.

– Es proporcional al tiempo disponible.

Obviamente, si estos son los rasgos que caracterizan el trabajo tradicional, resulta lógico pensar que el trabajo del conocimiento es exactamente lo contrario. En otras palabras, en el trabajo del conocimiento…

– La tarea a realizar no es evidente, y tampoco es evidente cuando está terminada.

– Es absolutamente inestable e impredecible.

– No es proporcional al tiempo disponible. Hay más trabajo que tiempo para llevarlo a cabo.

Estas características son fácilmente perceptibles por cualquier profesional cuya materia prima sea el conocimiento. Como bien explica José Miguel, la primera consecuencia de que el trabajo no sea evidente es que para poder hacerlo, primero hay que definirlo, en otras palabras, definir el trabajo a realizar, es en sí mismo, un trabajo.

La ausencia de evidencia de lo que hay que hacer implica que si el trabajo no resulta evidente es desconocido y esa falta de claridad requiere, como es lógico, que se dedique esfuerzo a evidenciar el trabajo y las tareas que hay que realizar.

Y, finalmente el hecho de que el trabajo no sea evidente implica que no se puede predecir el tiempo que se tardará en realizar; de manera que, si no se sabe de forma concreta que es lo que hay que hacer, es poco probable que se pueda saber cuánto se tardará en hacerlo.

Sin embargo, pese a la lógica aplastante de la características de la naturaleza del trabajo del conocimiento, una abrumadora mayoría de los profesionales se alimentan a diario de tres creencias tremendamente destructivas para su productividad y, por lo tanto, para su generación de valor. Muchos profesionales desarrollan su actividad profesional pensando que el contenido de su trabajo es evidente, qué en la medida en que es evidente no necesitan dedicar tiempo a definir lo que hay que hacer, y que dado que es evidente y definido se puede predecir y planificar. Creencias que a duras penas se apoyarían en datos objetivos pero que siguen echando profundas y peligrosas raíces en muchos profesionales.

Cuando el desafío, es desafiar….

Por definición, la naturaleza del trabajo de aquellos profesionales cuyo foco sean los comportamientos de las personas, su talento y la cultura de la organización (como consecuencia de las dos primeras), también ha cambiado.

Si la capacidad para generar valor de un trabajador del conocimiento depende de su productividad y esta, está íntimamente relacionada con la necesidad de evidenciar y definir su trabajo correctamente parece lógico pensar que el profesional de RR.HH generará valor para su organización, no en la medida en que articule políticas, procesos y procedimientos dirigidos al control y monitorización de “sus” empleados, sino en la medida en que incorpore la disrupción necesaria en dichos procesos y en la cultura organizativa, para que los profesionales de la organización desmonten las creencias que atacan a la línea de flotación de su productividad y, sencillamente, identifiquen el sentido y el propósito que se esconde tras la necesidad de pararse a pensar antes de comenzar a hacer nada…

Por lo tanto, el desafío para cualquier profesional del área de personas en la economía del conocimiento consiste precisamente en invitar a que el resto de profesionales desafíen y cuestionen las creencias relacionadas con la naturaleza de su trabajo, ya que su capacidad de generar valor radica fundamentalmente en su capacidad para definir y evidenciar el trabajo que tienen que realizar, algo fundamental para poder poner foco, recursos y energía en los elementos esenciales de su actividad una vez está definida.

Los profesionales del área de personas tendrán que, precisamente, reflexionar y pensar la manera de reconstruir su propuesta de valor tradicional, relativizando el valor que se esconde tras la definición de políticas y procedimientos repetitivos y automáticos,  los cuales, lejos de desafiar las creencias procedentes de la economía industrial incluso las perpetúan, ya que en la economía del conocimiento la aportación de valor genuina de un profesional reside, en tiempo presente, en su habilidad para cuestionar su “qué-hacer” poniendo en valor su “qué-pensar”…

Manifiesto realista sobre la transformación organizativa

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Ya sabemos que estamos en un proceso de cambio constante. Todos vivimos expuestos a multitud de procesos de transformación; lo estamos, tanto los que hemos tomado consciencia de ello, como aquellos que aun recibiendo el mensaje a diario, cada vez a través de más medios y canales, (e irremediablemente en cualquier foro de management), han decidido que no va con ellos.

Todas las organizaciones, sin exclusión de ningún tipo, independientemente de su tamaño, de su sector de actividad y de cualquier de sus condiciones viven un proceso de cambio; y lo viven en la medida que las personas que formamos parte de ellas, estamos y seguiremos estando en un constante proceso de evolución, lo queramos, o no.

La cuestión es ahora quien toma las riendas, quien asume, en ocasiones, por incómodo que sea todo lo que implica hacer que las cosas cambien, se transformen y evolucionen.

El cambio auténtico, la transformación genuina  de una organización no se produce por las políticas, los procedimientos y los procesos expresados en forma de presentaciones que se alojan y distribuyen en las intranets o mediante las redes sociales corporativas internas; son en realidad la consecuencia de todo un ecosistema de situaciones, de conversaciones, de propósitos, de intentos, de frustraciones, de resistencias, de más intentos, de más conversaciones, de procesos, de pequeños logros, de incómodas verdades, de grandes aprendizajes, que de forma sostenida en el tiempo generan la evolución real…

Las organizaciones contemporáneas a este convulso pero apasionante siglo XXI, evolucionarán y encontrarán su espacio en sus respectivos mercados en la medida en que tomen constancia de que la llamada gestión del cambio se produce de forma auténtica y genuina gracias a la existencia de un ecosistema formado por multitud de personas, relaciones, situaciones, procesos y circunstancias  que existen en paralelo al mundo organizativo oficial.

Estas son solo algunas reflexiones en forma de manifiesto que evidencian la forma genuina  y real en la que se producen los cambios y la transformación de las organizaciones.

MANIFIESTO REALISTA SOBRE LA TRANSFORMACIÓN ORGANIZATIVA

  1. La evolución de una organización sucede, siempre, más allá de sus estructuras y órganos de gobierno oficialmente reconocidos.
  2. La transformación de cualquier organización se produce en cada conversación, – independientemente de donde esta tenga lugar-  en la que se cuestionan el destructivo “siempre se ha hecho así”.
  3. El cambio es una cuestión de espacios, físicos pero sobre todo mentales.
  4. La mayoría de acciones y comportamientos que generan cambio no son observables a simple vista por los órganos ejecutivos de la organización.
  5. La transformación colectiva se produce cuando las personas previamente a nivel individual modifican sus comportamientos.
  6. La gestión del cambio no es propiedad de ningún área o departamento, es en todo caso, la suma de las acciones de multitud de personas en forma de agentes de cambio extra oficiales, distribuidos en todos los niveles, áreas y proyectos dentro de una organización.
  7. La evolución de una organización se fragua en conversaciones cotidianas en lugares informales y, en muchas ocasiones, más allá de los límites físicos de la propia organización.
  8. Existe una relación directamente proporcional entre la libertad de acción y la velocidad de transformación. Cuanto mayor es el locus of control más lenta es la evolución real de cualquier organización.
  9. La transformación auténtica de una organización se produce de forma independiente a los procesos que intentan ordenar y canalizar el cambio, aunque estos sean necesarios.
  10. Las redes de influencia son capaces de generar evolución con mayor agilidad que el poder formal.
  11. Las emociones y la forma en la que se manifiestan son las detonantes del cambio de comportamientos que provocan la transformación.
  12. La honestidad radical se encuentra casi exclusivamente en las conversaciones no controladas entre cualquiera de los miembros de la organización.
  13. La tecnología es un vehículo imprescindible para la gestión del cambio, pero los comportamientos analógicos y no digitales son los que mueven las emociones.
  14. Las emociones más auténticas normalmente son imperceptibles en los procesos formales de la organización.
  15. Una organización emocionalmente activa es una organización más efectiva en su capacidad de transformación

Las organizaciones y todos los profesionales que oficialmente se dedican a la gestión del cambio y asumen roles dirigidos a la transformación deben de tomar conciencia de la existencia de estos principios, afirmaciones, asunciones y hechos que dibujan como se produce el cambio de forma real en cualquier organización.

Se trata de un manifiesto necesariamente inacabado que lejos de ser un dogma de fe, tan solo pretende evidenciar la existencia de un ecosistema que subyace a las estructuras, a los procesos y a las interacciones formales de cualquier entorno organizativo y en el que se produce la auténtica transformación.

Sin embargo, el cambio seguirá siendo gestionado mediante la aplicación de metodologías y la creación de modelos orientados a acelerar los procesos de transformación. Metodologías, estructuras y procedimientos que aun jugando un papel fundamental en el contexto de cambio no impedirán, (sino puede que incluso al contrario…), que sigan existiendo relaciones, influencias, conversaciones, emociones y finalmente comportamientos tras los que se esconde la auténtica y genuina transformación de cualquier organización…

10 comportamientos esenciales para liderar el compromiso

pocimaEs imposible referirse al compromiso sin hablar de liderazgo. Dos conceptos manoseados hasta la saciedad históricamente pero que en el contexto actual en el que viven empresas y profesionales se convierte en un binomio indivisible, imposible de separar.

Y, aunque siempre debió de ser una asociación crítica, en la actualidad adquiere una dimensión más relevante que nunca.

Las empresas hacen alquimia para dar con la clave que asegure obtener unos altos estándares de compromiso entre sus profesionales. Muchas de ellas han entendido el impacto en la cuenta de resultados que implica tener profesionales que hacen suyo el proyecto, que auto-gestionan el contenido de su trabajo y en consecuencia, el resultado del mismo.

Ahí radica el auténtico compromiso, cuando un profesional activa su motivación intrínseca para llevar a cabo su trabajo más allá de motivaciones extrínsecas y del obsoleto y estéril “ordeno y mando”.

Los departamentos de RR.HH, Personas o Cultura han sido llamados a ser los alquimistas del compromiso, buscando la fórmula magistral que permita contribuir a los resultados de la compañía.

Desde el área de RR.HH debemos entender que la naturaleza del trabajo, sobre todo para los profesionales del conocimiento, ha cambiado radicalmente; debemos comprender que la gestión de las relaciones con el talento ha evolucionado; tenemos que comprender que nuestro rol consiste fundamentalmente en ser promotor de cambios; tenemos que ser baluartes de la incorporación de la tecnología social como un vehículo esencial para promover la evolución organizativa; pero sobre todo tenemos que inyectar en el ADN de la cultura de la empresa que, además de todo lo anterior, el liderazgo es el factor más determinante para que los profesionales activen su motivación intrínseca y hagan suyo el proyecto de empresa.

Y, en este punto, es necesario apelar al sentido (común) y a la sensibilidad y reflexionar acerca de los comportamientos que cualquier profesional que gestione un equipo de trabajo debe poner en práctica para intentar que esa alquimia del compromiso llegue a término…

  • Conocer a la gente que te rodea. Preocuparse por saber quiénes son las personas con las que se trabaja, sus expectativas y preocupaciones, que les importa, sus anhelos tanto profesionales como personales… en definitiva, conocer en primera persona, más allá de estereotipos y juicios.
  • Permitir que la gente conozca a la persona que hay tras el rol de líder. Despojarse de la máscara de líder perfecto y manager que las circunstancias han otorgado. Un equipo necesita saber que un líder es humanamente imperfecto, con preocupaciones, anhelos, expectativas y sueños… igual que ellos.
  • Practicar la honestidad como un principio irrenunciableNo ocultar ni maquillar la realidad. Aunque resulte inverosímil, a las personas no le gusta sentirse engañadas o estafadas. Gestionar desde la honestidad acentúa el compromiso.
  • Tratar a los colaboradores con el máximo respeto siempre por encima de las circunstancias. Desterrar el menosprecio y actúar siempre con una ética intachable. Otro de esos principios demoledores, porque sin una ética inquebrantable, sencillamente no hay compromiso.
  • Cuestionar el ego y ser humilde. Asumir que siempre existe la posibilidad de aprender de la gente que nos rodea es renunciar al ego que todo líder ha alimentado, pero es una práctica que estimula el compromiso; permitirse aprender de los demás a través de la humildad…
  • No castigar el error, es una fuente inagotable de crecimiento. Penalizar el error es aniquilar el compromiso. Fomentar la cultura del aprendizaje junto a los colaboradores se está convirtiendo en un tópico, pero es necesario; transformar el error en oportunidad de aprendizaje, no solo verbalizándolo, sino llevándolo a cabo.
  • Crear un entorno de confianza. No penalizar el error, mostrarse humanamente imperfecto y practicar la honestidad generan necesariamente un clima de cercanía y confianza. Existe una relación directamente proporcional entre el nivel de confianza y el grado de compromiso de una persona con su entorno y con el proyecto.
  • Dar espacio y libertad para desarrollar el trabajo. En la diversidad está la riqueza de los equipos y las organizaciones. Ofrecer nuestro punto de vista pero sin imposiciones. Comprometer desde la libertad de acción.
  • Asumir que liderar es, ante todo, estar al servicio de los demás. No hay mecanismo más poderoso para generar compromiso que ponerse al servicio del otro… sin duda mucho más efectivo que tratar de poner los demás a tus pies.
  • Reconocer los logros y alcances de los colaboradores. Por pequeños e insignificantes que puedan parecer. Uno de los mecanismos más poderosos para activar el compromiso consiste en agradecer el esfuerzo y dar las gracias por ello recurrentemente.

Las empresas están en una profunda y convulsa transformación. Abrumadas por la enésima revolución tecnológica, por la evolución acelerada de la naturaleza del trabajo y descolocadas a golpe de incertidumbre y volatilidad.

El éxito, (si es que existe…), de cualquier proceso de transformación y cambio reside en la capacidad que una organización tiene para conseguir que sus profesionales activen el compromiso por sí mismos, por encima de bienintencionadas presentaciones corporativas y decálogos de valores.

Y, es en este punto donde resulta imperativo entender que una organización activará un compromiso genuino y auténtico cuando sus líderes y managers consoliden comportamientos desde el apabullante sentido “común” y desde la humana sensibilidad.

Millennial, la actitud que impulsa el cambio

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Las organizaciones se están poblando de una nueva especie. Ese insaciable gusto por el etiquetaje ha hecho que el término Millennial formé ya parte del vocabulario de una amplia mayoría de profesionales de RR.HH. Las miles de infografias desarrolladas al respecto nos permiten entender de un vistazo – o eso creemos – quienes son y cuáles son sus principales características. De esta manera, basta con mirar la fecha de nacimiento de alguien para atribuirle sus rasgos de comportamiento dentro de la organización. Un mecanismo sencillo para construir todo nuestro mapa de creencias respecto a las personas que forman parte de la organización. Así de sencillo y así de arriesgado al mismo tiempo.

Por si fuera poco, todos los estudios y encuestas más recientes apuntan a que la gestión de la diversidad generacional en las organizaciones es una prioridad en la hoja de ruta de cualquier área de RR.HH que pretenda estar a la última e cuanto a tendencias de gestión se refiere.

De esta manera, apremiados por las tendencias y en muchos casos sin prestar atención al sentido último y al «para qué» del asunto, e hipnotizados por las creencias sobre la nueva generación gracias al etiquetaje practicado, los departamentos de RR.HH corren el riesgo de lanzarse a trabajar los procesos que permitirán que los Millennials alcancen la tierra prometida y decidan quedarse en ella.

Millennial es una actitud

Pero como sucede normalmente, las cosas no son necesariamente lo que parecen. Si somos capaces de desprendernos de ese dañino proceso de etiquetaje y decidimos mirar más allá de la infografía de turno podremos observar nítidamente que Millennial no es una generación, sino una actitud. Una actitud que da lugar a una serie de comportamientos, conductas y hábitos puestas en práctica por determinados profesionales. Comportamientos que no necesariamente correlacionan con un año de nacimiento.

  • Personas que conjugan los verbos colaborar y compartir; que desarrollan relaciones afianzadas en el “ganar-ganar”, que viven en primera persona la colaboración, por encima de todos los procesos organizativos que en ocasiones limitan la cultura “Co”.
  • Profesionales preocupados por su mejora continua, por vivir en beta. Personas que entienden que sus conocimientos hoy pueden ser insuficientes mañana para generar valor en la compañía en la que trabajan.
  • Inconformistas, disruptivos, rebeldes con una causa: cuestionar lo pre-establecido para mejorarlo. Comprometidos con la necesidad de evolucionar el marco organizativo en el que viven, siempre para mejorarlo.
  • Personas con una mentalidad abierta, que incorporan nuevas ideas, que saben no estar en posesión de la verdad absoluta y abrazan la divergencia.
  • Profesionales que necesitan saber cómo han hecho su trabajo de forma constante e inmediata que se resisten a conformarse con la evaluación del desempeño a mitad de año, porque saben que un feedback inmediato les permitirá mejorar su trabajo a diario.
  • Personas en constante búsqueda de nuevos retos, a quienes la monotonía les aliena. Profesionales que encuentran en los desafíos la mayor de las motivaciones.
  • Profesionales que emprenden e intra-emprenden; que lanzan ideas, que las mueven, que buscan alianzas para llevarlas a cabo; que asumen el riesgo de ser estigmatizados por ir contra-corriente.
  • Versátiles, multitarea, personas que necesitan ocupar sus manos y su mente en actividades diversas porque la monotonía les encorseta su capacidad creativa.
  • Personas que integran la tecnología – la que corresponda en cada momento – para saciar su curiosidad, para acceder al conocimiento necesario, para crecer y generar valor en su organización.
  • Personas que necesitan libertad y movilidad (tecnológica y mental) para ser productivos y eficientes. Profesionales que buscan el equilibrio entre la generación de valor para su empresa y su auto-realización comprometiéndose con otras causas

La mayoría de empresas se encuentran sumidas en un proceso de cambio constante y transformación. Un proceso que precisa más que nunca de profesionales versátiles, con libertad de acción, con mentalidad emprendedora para hacer que los proyectos sucedan, a quienes motiven los retos constantes, que colaboren y compartan sus descubrimientos de forma abierta, personas inconformistas, creativos y proactivamente disruptivos… comportamientos que trascienden una etiqueta generacional.

En un mundo empresarial literalmente en re-construcción y que en la actualidad vive una profunda metamorfosis, quizás sea conveniente replantear el papel que debe desempeñar el área de RR.HH ante este nuevo reto que nos atañe.

Un reto que va más allá de saber discernir las etiquetas de una u otra generación a golpe de infografía. Un reto que consiste fundamentalmente en entender que Millennial es una actitud, una actitud en la que la edad no importa, una actitud que impulsará de forma genuina la transformación y el cambio en cualquier  organización…

Co-Cultura: de utopía a motor de la innovación

fotos-uñas-hipstersLa necesidad de reaccionar y encontrar respuestas frente a un contexto empresarial y económico diferente ha puesto peligrosamente de moda en la jerga del management de vanguardia un puñado de términos. Y es que, lo “Co” está de moda. Hablar de Cooperación, Conversación, Comunicación, Co-working, Colaboración y Conectividad (entre otras) es tendencia. Con cierta ironía, manejar estos términos es ser un hipster de la gestión de personas en estos convulsos compases del S.XXI. No ha lugar a dudas, la cultura “Co” o Co-cultura es Cool.

Sin embargo y pese que tanto de forma independiente como conjunta estos términos están en boga, la realidad en un amplio número de organizaciones es que la puesta en práctica real de los comportamientos asociados todavía es una utopía.

Pero no deberíamos hacer demagogia al respecto; Ya que, las implicaciones que cada uno de esos términos y los comportamientos que entrañan guardan una relación directamente proporcional con la capacidad innovadora de cualquier organización. Y, a estas alturas de la película, nadie en su sano juicio pondrá en duda que la innovación y sobre todo la velocidad a la que las empresas son capaces de innovar, resulta un factor determinante para sobrevivir en el mercado.

Y, si apelamos al mero sentido común, podemos darnos cuenta de hasta qué punto, poner el foco en el desarrollo de una Co-cultura, lejos de ser una utopía puede convertirse en el auténtico motor de la innovación de una organización.

Esta entrada es una invitación a reflexionar sobre la íntima relación existente entre la capacidad innovadora de una organización y cuatro atributos esenciales de este marco cultural: Colaboración,  el binomio Comunicar-Compartir, Conversación y Conectividad.

– La COLABORACIÓN no debe entenderse como uno de los nuevos mantras de la gestión de personas sino como un vehículo esencial para dinamizar la capacidad de innovación. La complejidad de nuestro entorno es creciente; tratar de hacer frente a una realidad cada vez con más variables y factores a tener en cuenta desde la individualidad no parece ser una práctica demasiado acertada.  Permitir espacios que faciliten la colaboración, romper los límites de los departamentos estancos y fomentar el mestizaje y la diversidad son elementos clave que permitirán incrementar la colaboración entre los miembros de la organización. Si tenemos en cuenta que innovar requiere en la mayoría de ocasiones participar, experimentar e investigar, quizás sea lógico pensar que un marco cultural que apoye la colaboración puede contribuir positivamente a acelerar los procesos de innovación.

co-cultura3– En la economía del conocimiento, COMUNICAR = COMPARTIR. La comunicación, tantas veces convertida en bálsamo de Fierabras para cualquier dolencia organizativa; la medicina favorita del área de RR.HH, adquiere ahora una relevancia muy superior en su relación con el proceso de innovación. Comunicar no es hablar y escuchar. Comunicar en la economía del conocimiento es compartir información. La tecnología ha democratizado el acceso a la información por lo que carece de sentido mantener los esquemas que velan por la protección de la misma. En el marco de la Co-cultura, la información que no se comparte se desperdicia y se hace inservible. Resulta sencillo imaginar en qué medida compartir información puede ser un factor de aceleración de los procesos de innovación, los cuales se sustentan un muchas ocasiones en la capacidad de generar, distribuir y compartir información.

– La gestión de CONVERSACIONES se ha convertido en una pieza esencial en la economía del conocimiento. Conversaciones estructuradas, con foco en aspectos críticos de negocio, cuyo contenido debe ser medido  mediante los correspondientes KPI’s y articuladas a través de la tecnología social cada vez implantada de forma generalizada en más empresas. Las conversaciones poderosas son la quinta esencia de la gestión del cambio, y la gestión del cambio, es en sí mismo un proceso de innovación. La potencia innovadora de una organización depende en gran medida de la capacidad para generar conversaciones de forma estructura tanto a nivel on line como off line en hubs y laboratorios de innovación o en comunidades virtuales de innovación. Las posibilidades son simplemente infinitas.

– Y, finalmente la CONECTIVIDAD como elemento que cohesiona a todos los atributos. Conectar es una de las acciones más críticas en la economía del conocimiento. La colaboración entre individuos de una organización no se concibe sin la conexión entre estos, su conocimiento y su entorno. La comunicación que en nuestro contexto empresarial equivale a compartir información no puede entenderse sin el concepto red y la distribución de esa información y conocimiento entre los nodos de la misma; y, lógicamente la conectividad que requieren los profesionales para articular sus conversaciones de valor. En la economía del conocimiento la incógnita que despeja la ecuación de la innovación es la conectividad.

Ahora, hay que, por este orden, querer que suceda y hacer que suceda. Nada utópico en cualquier caso ya que son muchas las acciones concretas y tangibles que pueden llevarse a cabo para diseñar el road map que de forma a este marco cultural.

1.-Desarrollo de comunidades de práctica piloto, vinculadas a objetivos de negocio.

2.-Democratización del conocimiento en nichos organizativos a través de RRSS corporativas

3.-Fomentar la conectividad en colectivos clave: high performers, high potentials o key employees

4.-Creación de espacios físicos y temporales tanto online como offline como entornos de conversación y comunicación

5.-Emponderamiento de líderes transformacionales como “CO-pilotos” de todo el proceso.

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Cualquiera de estas iniciativas va encaminada a  construir de forma progresiva un nuevo modelo cultural que gire en torno a la Colaboración, la Conversación, el binomio Comunicar-Compartir y la Conectividad. Un marco cultural que deja de convertirse en una utopía inalcanzable para convertirse en una ventaja competitiva para  impulsar la innovación en las organizaciones que tienen que sobrevivir en la economía del conocimiento.  

Y, como no podía ser de otra manera, deberían ser los profesionales con foco en las personas, en su talento y en la cultura desde su rol de impulsores de cambio, los principales responsables de construir este marco cultural, quizás este sea el nexo de unión entre el área de RR.HH y la innovación en negocio.

Si no se lidera con nitidez y rotundidad ese marco CO-cultural todo quedará reducido a las cenizas de los power point corporativos convirtiéndose en una cortina de humo en forma de COOL-Cultura, pero sin impacto alguno en el negocio. Un precio demasiado alto si tenemos en cuenta lo determinante que es innovar en la economía del conocimiento.

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