Sobre personas y organizaciones

Categoría: People management @ Human Being Pagina 37 de 38

Back to the Future

Últimamente estoy leyendo muchos artículos y noticias que más que informar, pretenden vaticinar como será la gestión de personas dentro de, digamos, veinte años. Lo cierto es que estamos asistiendo a la modificación de manera generalizada de la geomorfología del management; estos cambios, auspiciados por el desarrollo tecnológico y digital, nos obligan a realizar un ejercicio de proyección, intentando anticipar cuales serán las claves de la gestión (también de personas) en el futuro.

Sin embargo, no estamos sino empezando a saborear  el nacimiento del entorno 2.0, y ya se está hablando en determinados foros de la gestión de personas 3.0.¡¡ en ocasiones me entran ganas de decir: “chicos, tomadlo con calma ¿no?, disfrutemos unos instantes del momento presente caray¡”.

Digitalización, virtualización, globalización 2.0., cambios demográficos severos, nuevo ordenamiento social, emprendedores Vs trabajadores tradicionales, buff, de verdad que da vértigo pensar en qué tipo de malabares habrá que hacer dentro de 20 años para gestionar el área de RR.HH., si es que, para entonces se llama así, que ya lo dudo, teniendo en cuenta que ahora la denominación va más en la línea de Human Capital, People & Culture, Identidad y Personas, etc, vamos que lo progre ahora es llamarlo de cualquier manera menos Recursos Humanos.

En resumidas cuentas, que el entorno profesional dentro de veinte años se va a parecer al actual como un huevo a una castaña. Y, no sé por qué todo el mundo se empeña en vaticinar a veinte años vista… ¿por qué no a treinta o veinticinco?

De tal manera que el 2030 se está convirtiendo en esa fecha esperada, anhelada, sustentada en predicciones más propias del mismísimo Nostradamus, pero realizadas por parte de algunos visionarios y gurús del management actual.

Y, me temo que, al igual que sucedía en los años 80 y 90, puede que ahora caigamos en la misma trampa que nos tienda nuestra imaginación, deseando que las cosas sean sustancialmente diferentes a como realmente puede que lleguen a ser. En aquellos años recuerdo cómo los vertiginosos avances tecnológicos, al igual que imaginación infinita de muchos directores de cine en Hollywood nos invitaban a cerrar los ojos y soñar cómo sería el futuro en el año 2011 y más allá.

Recuerdo que en mi caso, esa visión era completamente futurista. Al dejarme guiar por aquellos avances y las predicciones más conservadoras al respecto, me imaginaba un 2011 con coches propulsados por energía solar o eléctrica (de manera generalizada me refiero), que levitaban sobre las antiguas y obsoletas carreteras de asfalto, me imaginaba abrir la puerta de casa con tan solo accionar esa voluntad mentalmente, me imaginaba un ocio radicalmente virtualizado (de esto no estamos demasiado lejos),  alejado del obsoleto modelo de juegos interactivos entre seres humanos en la vida real  (el escondite, el pilla-pilla y sucedáneos) y algunos fragmentos de películas como “Demolition man”(1993) o el clásico en que se convirtió “Blade Runner” (1982) nos empujaban – sobre todo esta última-, a visualizar un futuro plagado de “replicantes”; algo, a los hechos me remito, radicalmente diferente del presente que hoy vivimos.

Cuando leo esos artículos, noticias, opiniones sobre cómo será el mundo del management y por ende la gestión de personas dentro de veinte años, quiero pensar que esta vez será diferente, me gustaría creer que en esta ocasión esos vaticinios y predicciones no irán tan desencaminados y que efectivamente nos enfrentemos a un futuro en el que la relación manager-colaborador estará condicionada por puestos de trabajo virtuales, un futuro donde todos los profesionales trabajarán liberalmente para varios empleadores en paralelo ofreciendo su know-how y especialización, un entorno en el que la digitalización gobernará todas las transacciones en gestión de personas, donde existirán avances tecnológicos que hoy en día siguen formando parte de la cinematografía de ciencia ficción que nos facilitarán el desempeño de nuestras responsabilidades y nos permitirá conciliar “de verdad” nuestra vida profesional con nuestra vida profesional, y así, más y más ensoñaciones.

Luego de pensar e imaginar esta realidad proyectada, que hoy parece estar más cerca que nunca de convertirse en realidad, entonces me embriaga cierto sentimiento de melancolía y me da por echar de menos determinados comportamientos que en ese 2030, de materializarse estas predicciones, serán considerados prehistóricos… tomar un café cada mañana con esos compañeros de trabajo que el tiempo transformó en amigos, tener una reunión de trabajo interminable que acaba con unas pizzas a cuenta de la compañía y que siempre es recordada porque aquella velada de trabajo inagotable nos permitió cerrar el proyecto o la negociación de turno, realizar una comida de despedida cuando un compañero de trabajo decide emprender otro proyecto e incluso, esa sensación de “reto conseguido” cuando llegas in-extremis a recoger a los niños al colegio tras una carrera meritoria de una “pole position”.

Si es cierto que los cambios que estamos experimentando nos empujan inexorablemente a una gestión de personas en versión 3.0, ¿estamos preparados para esa transición? Y, más aún, ¿realmente no os gustaría seguir disfrutando de algunos comportamientos “prehistóricos” aún dentro de veinte años?

Gurú por un día

                           

Según el diccionario de la Real Academia de la lengua española, el significado de Gurú es:

  1. En el hinduismo, maestro espiritual o jefe religioso.
  2. Persona a quien se considera maestro o guía espiritual, o a quien se le reconoce autoridad intelectual.

 No es mi intención en este post hacer un análisis en detalle del significado del término en sí mismo. Tan solo pretendo compartir mis impresiones sobre en qué medida el tiempo que vivimos y la irrupción del entorno 2.0 ha permitido evolucionar el término gurú, transformándolo o quién sabe si incluso otorgándole una nueva etimología, adaptándolo en definitiva a la realidad del siglo XXI.

He comenzado por buscar esa referencia porque sospechaba que el término “gurú” que muchos de nosotros (me incluyo) utilizamos con frecuencia tiene unas connotaciones un tanto diferentes al significado original del vocablo.

Volviendo a las definiciones, creo que pocos dudamos del significado del término cuando lo asociamos a un guía o maestro espiritual, independientemente de las creencias a las que represente, en este punto creo que quien más y quien menos tiene claro lo que es un gurú.

Otra cosa es cuando acuñamos el término a alguien al que se le reconoce autoridad intelectual. Llegados a este punto y como, no nos engañemos, es una palabra que está de moda, es fácil que nos surjan unos pocos nombres de “gurús” a la primera de cambio.

En realidad no me parece mal que haya miles de gurús repartidos por los confines del mundo. Creo que esa proliferación se puede explicar con cierto sentido común. A medida que el transcurrir de los tiempos ha ido añadiendo complejidad a la sociedad, esta misma ha ido generando la necesidad de producir gurús no tanto como maestros espirituales, sino como referentes o autoridades intelectuales en todo tipo de disciplinas.

Si además trasladamos esa necesidad al mundo de las organizaciones y la empresa, todavía resulta más evidente que el número de autoridades intelectuales requeridas en los últimos años ha ido “in crescendo”. Y esta afirmación sobre la proliferación de gurús no es una crítica, es probablemente el efecto lógico de haber ido evolucionando científica y socialmente; cuanto más investigamos, más descubrimos, cuanto más descubrimos, más conocemos, y el conocimiento lleva a adquirir autoridad intelectual sobre algo y, por lo tanto a ser un gurú; parece una secuencia coherente.

Y entonces llegaron ellas, así, de repente, casi sin avisar, no hace mucho tiempo no existían y ahora no podemos vivir sin ellas. Y con su esplendor, auge, y cada vez mayor reconocimiento, de nuevo, vuelta a empezar con aquello de los gurús.

Efectivamente, las redes sociales, el tan manido últimamente entorno virtual ó 2.0, como quiérase que lo llamemos, esa realidad paralela, nos está permitiendo en este mismo instante, asistir a la reinvención de la palabra Gurú.

Y, probablemente, a los que hoy otorgamos autoridad intelectual en algo, sean los mismos que hace cinco años. Solo que, como las redes sociales lo están cambiando todo, pues también han permitido que tengamos la sensación de que los gurús se reproduzcan por esporas.

Ahora un erudito o a alguien con gran autoridad intelectual sobre alguna materia, ni que decir tiene los maestros espirituales, lo tienen realmente fácil. Su irrupción en las redes sociales y la extrema viralidad de estas, les permitirá adquirir notoriedad rápidamente y por lo tanto adquirir la condición de gurú casi sin darse cuenta.

Bueno, lo estoy simplificando todo un poco, evidentemente sea quien sea la persona que haya detrás del término tendrá que haber hecho méritos y muchos en el mundo de la empresa o en la disciplina que se precie para que pueda ser considerado como tal, la diferencia es que hace 100 años habría tardado toda su vida en ganarse esa condición y en la actualidad bastaría con unos pocos días. Una vez demostrada la valía y la autoridad intelectual de la persona, lo más probable es que las redes sociales hagan el resto y en poco tiempo se convierta en una referencia de índole global.

 

Sin embargo, en ocasiones, confundimos churras con merinas y mezclamos  la velocidad con el tocino y es que una cosa es que el trabajo, esfuerzo, sacrificio y muchas horas de estudio e investigación te conviertan en un gurú por haber desarrollado la autoridad intelectual suficiente sobre esa materia en cuestión y otra cosa es que no tengas una “Fanpage” con miles de suscriptores. Ni todos los que tienen miles de seguidores es posible que sean gurús, ni necesariamente todos los gurús, en esta sociedad digitalizada, tienen miles de seguidores, si bien, esto último es cuestión de tiempo; quizás, de muy poco tiempo.

Probablemente esta sociedad alocada y virtualizada, nos ha obligado a repensar el significado del término gurú. Quizás suene inverosímil, pero es posible que a la velocidad ultrasónica a la que se produce la expansión del conocimiento, impulsada por la digitalización de la sociedad de la información,  permitan que en un futuro quizás no muy lejano, cualquiera de nosotros tenga la oportunidad de convertirse en Gurú por un día.

Tuiteo luego existo (o viceversa)

Ha surgido una nueva adicción, una droga virtual cuyo abuso puede desembocar en una pérdida de perspectiva del mundo real, de la versión 1.0 de nuestra vida social de carne y hueso.

Reconozco que estoy enganchado. Asumo que soy adicto. Necesito mi dosis 2.0 a diario.

La virtualidad nos ha explotado en la cara. Cada vez con más frecuencia escucho la expresión “si no estás en 2.0 no existes”; incluso me he sorprendido a mí mismo diciéndoselo a algún amigo, sonando muy progre, muy moderno, tratando de ser un gurú entre aquellos mentecatos que, a estas alturas de la película, todavía no tienen una cuenta en twitter, facebook, google+ o LinkedIn.

Luego de explicar y aconsejar la existencia virtual a parte de mi círculo de confianza, he considerado prudente detenerme un instante y pensar. Me he preguntado a mí mismo, ¿tiene sentido esto que estoy/estamos haciendo? Me han surgido muchas preguntas e incógnitas, me he sonreído mientras recordaba mis propias reacciones ante semejante tsunami virtual y luego he decidido escribir y plasmar por escrito esta reflexión acerca de la virtualización a la que nos estamos sometiendo o a la que nos están empujando.

Algunas preguntas que me vienen a la cabeza son ¿para qué lo hacemos?, ¿qué pretendemos al crear nuestro avatar, nuestro yo virtual?, ¿realmente tenemos la necesidad de compartir todo ese volumen de información? Y aún mejor ¿somos capaces de absorber y procesar semejante número de mensajes, tweets, links, artículos, contactos, aplicaciones, etc?

Reconozco que me he visto superado y abrumado -quizás por mi condición de principiante- al intentar procesar solo parcialmente durante determinados momentos del día el volumen de información que caía en cascada por mi muro en Twitter o el número de actualizaciones de mi ya tupida red de contactos en LInkedin, y eso que no llego al centenar de seguidores en el primer caso¡; me genera cierta ansiedad tener que abarcar semejante caudal de información.

También resulta curioso el efecto eufórico que provoca la adhesión de un nuevo “follower”, o recibir el interés de alguien, que al sentirse atraído por nuestro perfil,  desde su anonimato, te invita a unirse a su red de contactos. Supongo que esta no es sino una reacción típica del principiante, engrandecerse con el progresivo goteo de seguidores e invitaciones incluso cuando no tienes ni idea de que les ha llevado a decidir hacer click en “Seguir”.

Sin embargo, nuestra existencia virtual puede resultar efímera, tan pronto “te sigo” como “te  dejo de seguir”; esto en el mundo real también sucede pero cuesta mucho más decirlo o evidenciarlo. Visto así, casi es mejor la libre elección que nos ofrece el entorno 2.0 para poder mostrarnos como incondicionales de alguien o dejar de serlo.

En el tiempo que llevo familiarizándome con este “nuevo” medio, he llegado a identificar cuatro principales tipologías de usuario 2.0 que me ha permitido elaborar la siguiente clasificación:

Usuario 2.0 Profesional: el que entiende que ese medio es un canal directo de exposición para su trabajo en el mundo real, sea este cual sea. El entorno 2.0 es su escaparate permanente, una forma de potenciar su negocio, un canal para incrementar las transacciones comerciales en el mundo real, en el que ofrecer sus servicios profesionales. Para ellos, las redes sociales y los microblogs son su hábitat natural, han mutado para adaptarse a ellos; son plenamente conscientes de las muchas posibilidades y probabilidades que este entorno les ofrece. Emprendedores, que hacen una perfecta interpretación de esta nueva tendencia.

Usuario 2.0 Amateur: A pesar de la etiqueta, es o puede ser también un profesional de muy diverso corte. Para aquel que alcanza un nivel amateur, el entorno 2.0 es un complemento a su actividad profesional; para este colectivo Twitter, LInkedIn, (y similares), etc tienen una doble función, por un lado es una ventana abierta al mundo de la información y contactos que orbitan alrededor de su actividad y por otro lado es un medio para potenciar su marca o huella personal, para construir su reputación virtual. Son conscientes de que es bueno estar presente, no piensan obtener resultados inmediatos ni hacer negocios cortoplacistas pero son conscientes de los beneficios que les puede revertir directa o indirectamente su mera presencia en el mundo dospuntocero.

Usuario 2.0: “False Beginner”: Le denomino falso principiante porque no termina de arrancar ni de lanzarse al mundo virtual. Ha oído y huido de este al mismo tiempo. Cuando se incorpora a esa realidad paralela lo hace a modo voyeur, mira, pero no participa. Por un lado considera que quizás está teniendo un coste de oportunidad de una u otra forma al no mostrarse más activo, pero por otro lado considera que el mundo real todavía es, de lejos, más interesante y el que le permite generar sus ingresos. Las probabilidades de que evolucione al nivel “Amateur” pasan por que alguien, ya en el nivel superior de adicción, le contagie el entusiasmo necesario para dar el salto, sin embargo el nivel de resistencia suele ser alto.

Usuario 2.0 agnóstico: Se puede cuestionar su condición de “usuario”. Conoce de su existencia pero no cree en ella. Se ha negado incluso a entrar en ellas por primera vez y alardea públicamente de su condición agnóstica. Sin embargo existe un riesgo cada vez más cercano de ser infectado, la primera reacción del virus será elevarse al nivel “False beginner”

La pregunta es obligada, ¿En qué nivel os ubicáis?

La adicción generada por esta droga de diseño que se consume al conectarse a la red hace que cada minuto que pasa miles de “agnósticos” se eleven a la categoría de “False Beginners”, y, de estos, otro puñado de miles adoptan el rango de Amateur, de los que a su vez,  parte de ellos alcanzan el nivel Profesional.

Existe el riesgo de que aquellos que abandonan el agnosticismo, incluso haciendo su incursión 2.0 como “False Beginners”, o incluso, yendo más allá transformándose en amateurs, tiendan a mirar de reojo, de soslayo o incuso por encima del hombro a quienes no acaban de dar el paso, y siguen permaneciendo inmunes a la epidemia. El grado de “infección” no nos convierte a unos mejores frente a otros, ni siquiera nos hace más modernos. Vivir con intensidad el mundo real, ahora llamado 1.0, es una elección tan válida y legítima como zambullirse de lleno en la efervescente realidad virtual.

Mientras esta viralidad se produce y cada vez el contagio es más y más generalizado (al menos es la previsión), no debemos de perder de vista que la existencia virtual carece de sentido si no se sustenta en el mundo real.

Nuestro avatar virtual solo tiene razón de ser cuando es capaz de entablar contacto en una tercera dimensión con otro avatar humanizado. Toda la información que compartimos en modo de link, imagen, video, u opinión ha sigo gestada en un entorno real, cuya existencia alimenta las bases y afianza los pilares del entorno dospuntocero. Existimos luego…

Juego de Niños

Cuanto ganaríamos en nuestro entorno profesional si aprendiésemos a ver la vida, y a vivirla desde la perspectiva de un niño. Ni que decir tiene si trasladásemos al entorno profesional el significado que para los niños tienen muchos conceptos que forman parte de nuestro día a día laboral.

Este post pretende ser un ejercicio proyectivo, un guiño a vuestra imaginación a través de la mía, os propongo un reto, tratad de imaginar cómo serían las relaciones profesionales si estás estuviesen gobernadas por una lógica y plástica infantil….

Los colores inundarían las mamparas, columnas y divisiones de la oficina, el espacio de trabajo cobraría vida a través de azules, rojos intensos, amarillos y toda una amplia de colores vivos y divertidos, los carteles anunciando salas y despachos tendrían forma de nubes y flores y las letras serían  gordas superpuestas unas en otras y de diferentes colores.

El café matutino se sustituiría por el zumo y el batido, el “bocata” o el “bollicao” de media mañana desplazarían al pincho de tortilla,  la tertulia no giraría entorno al partido del domingo sino al episodio más divertido de Bob Esponja, Gormitis o Dora la Exploradora.

A las reuniones se iría de la mano y en fila, para que no se perdiese nadie y para empezar siempre puntuales. Se respetaría escrupulosamente el turno de palabra y solo levantar la mano daría derecho a expresar la opinión, no habría rangos ni favoritismos, tan solo la ley del más rápido alzando el brazo.

Las relaciones interpersonales estarían gobernadas por el “te ajunto”, “no te ajunto”, pero con una capacidad vertiginosa para perdonar al prójimo y volver a ser el amigo inseparable de un minuto para otro, el rencor y la venganza no tendrían cabida.

Los puestos de trabajo se dispondrían en mesas de a cinco, y cada trimestre se cambiarían a los integrantes del equipo para que puedan conocer y trabajar con los demás miembros del grupo, la dimensión de la palabra equipo y compañero nunca tendría tanto sentido.

La creatividad y las ideas más originales se premiarían a diario, gozando del reconocimiento por parte de todos y provocando un estruendoso aplauso en señal de gratitud y aprobación por el derroche de originalidad, la vergüenza no tendría cabida.

Empujados por la inocencia, diríamos siempre la verdad, aunque esta no fuese siempre agradable de escuchar para algún compañero, no tendríamos miedo al castigo o la reprimenda porque lo más valioso es ser honesto consigo mismo y con los demás.

Vivir nuestra actividad profesional como niños y no como adultos nos permitiría rescatar valores que hoy en día, tenemos olvidados o cuando menos aparcados. Conceptos como el compañerismo, la amistad, la diversión, el juego, deberían formar parte de nuestro decálogo de comportamiento.

Competencias como, orientación a resultados, orientación al cliente, trabajo en equipo, impacto e influencia, comunicación interpersonal, liderazgo, sensibilidad organizacional, pensamiento creativo, etcétera, cobrarían una nueva dimensión si rescatásemos de nuestro manual de comportamiento muchos de las actitudes y enfoques que tuvimos hace años como niños y que paulatinamente fuimos abandonando a medida que nos adentrábamos en la edad adulta.

Resultaría apasionante tener la capacidad de adoptar y aplicar el prisma infantil vs el enfoque adulto a nuestro antojo mediante la mera inserción de un microchip, en función de la situación que tuviésemos que abordar; mientras la tecnología desarrolla esa solución, hoy más propia de un film de ciencia ficción, estará en nuestras manos y más concretamente en nuestra propia capacidad de imaginación el adoptar el enfoque infantil para tratar de desarrollar ideas o solucionar parte de los conflictos de nuestro quehacer profesional. No me atrevo a vaticinar la probabilidad de éxito tras la aplicación de este atrevido método, pero si estoy convencido de que regresaríamos a casa con un sonrisa dibujada sintiéndonos más felices.

No es país para jóvenes

La pirámide de población de nuestro país ensancha de manera preocupante por sus tramos superiores. De forma inexorable se estrecha progresiva y paulatinamente por la base mientras va adoptando una forma de embudo o pirámide invertida. Simplemente, nuestro país envejece.

Mientras la pirámide se moldea, varios procesos se suceden en paralelo, son los efectos colaterales del envejecimiento de la población y de la crisis que azota nuestra economía desde hace años.

El Sistema de previsión social ve como sus cimientos se tambalean y sus paredes se agrietan; el tiempo medio para encontrar un puesto de trabajo cualificado se ha duplicado en los últimos años; la crisis crediticia del sistema bancario imposibilita acceder a préstamos hipotecarios al colectivo más necesitado de financiación.

En definitiva, los daños colaterales derivarán en daños directos que atacaran la línea de flotación de país dificultando su recuperación en el medio y largo plazo.

Ante un panorama tan halagüeño, muchos de nuestros jóvenes, los que emplean meses en encontrar un puesto de trabajo que les permita crecer profesionalmente y los que, por ese motivo, no gozan del beneplácito de las instituciones bancarias, están mirando hacia el exterior en busca de mejores oportunidades profesionales.  Nuestro producto nacional es “high quality” y así se valora a nivel internacional, nuestros jóvenes presentan buenas credenciales académicas avaladas por un sistema universitario razonablemente bueno y cada vez son más “empleables” más allá de nuestras fronteras. En otras palabras, son una “perita en dulce”, son apetecibles.

Así las cosas, hemos entrado en un proceso emigratorio del que creo se está hablando o escribiendo poco, no somos país para jóvenes y ese es el principal riesgo de la recesión económica que atravesamos como país, muchos de nuestros jóvenes entusiastas, positivamente enérgicos, con ganas y con la cabeza bien amueblada se están marchando sin hacer ruido.

Me preocupan fundamentalmente dos aspectos:

–          Qué no se esté haciendo eco de la “gravedad” que a medio y largo plazo puede implicar este proceso y

–          Qué, (más allá del lógico recelo que siempre genera la fuga de capital, humano en este caso), no lleguemos a ser capaces de articular medidas que permitan “rescatar” o “atraer” el talento,  transformado en experiencia con el paso del tiempo, y que permitirá inyectar desarrollo y crecimiento económico en un futuro, espero, no demasiado lejano.

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