Según el diccionario de la Real Academia de la lengua española, el significado de Gurú es:

  1. En el hinduismo, maestro espiritual o jefe religioso.
  2. Persona a quien se considera maestro o guía espiritual, o a quien se le reconoce autoridad intelectual.

 No es mi intención en este post hacer un análisis en detalle del significado del término en sí mismo. Tan solo pretendo compartir mis impresiones sobre en qué medida el tiempo que vivimos y la irrupción del entorno 2.0 ha permitido evolucionar el término gurú, transformándolo o quién sabe si incluso otorgándole una nueva etimología, adaptándolo en definitiva a la realidad del siglo XXI.

He comenzado por buscar esa referencia porque sospechaba que el término “gurú” que muchos de nosotros (me incluyo) utilizamos con frecuencia tiene unas connotaciones un tanto diferentes al significado original del vocablo.

Volviendo a las definiciones, creo que pocos dudamos del significado del término cuando lo asociamos a un guía o maestro espiritual, independientemente de las creencias a las que represente, en este punto creo que quien más y quien menos tiene claro lo que es un gurú.

Otra cosa es cuando acuñamos el término a alguien al que se le reconoce autoridad intelectual. Llegados a este punto y como, no nos engañemos, es una palabra que está de moda, es fácil que nos surjan unos pocos nombres de “gurús” a la primera de cambio.

En realidad no me parece mal que haya miles de gurús repartidos por los confines del mundo. Creo que esa proliferación se puede explicar con cierto sentido común. A medida que el transcurrir de los tiempos ha ido añadiendo complejidad a la sociedad, esta misma ha ido generando la necesidad de producir gurús no tanto como maestros espirituales, sino como referentes o autoridades intelectuales en todo tipo de disciplinas.

Si además trasladamos esa necesidad al mundo de las organizaciones y la empresa, todavía resulta más evidente que el número de autoridades intelectuales requeridas en los últimos años ha ido “in crescendo”. Y esta afirmación sobre la proliferación de gurús no es una crítica, es probablemente el efecto lógico de haber ido evolucionando científica y socialmente; cuanto más investigamos, más descubrimos, cuanto más descubrimos, más conocemos, y el conocimiento lleva a adquirir autoridad intelectual sobre algo y, por lo tanto a ser un gurú; parece una secuencia coherente.

Y entonces llegaron ellas, así, de repente, casi sin avisar, no hace mucho tiempo no existían y ahora no podemos vivir sin ellas. Y con su esplendor, auge, y cada vez mayor reconocimiento, de nuevo, vuelta a empezar con aquello de los gurús.

Efectivamente, las redes sociales, el tan manido últimamente entorno virtual ó 2.0, como quiérase que lo llamemos, esa realidad paralela, nos está permitiendo en este mismo instante, asistir a la reinvención de la palabra Gurú.

Y, probablemente, a los que hoy otorgamos autoridad intelectual en algo, sean los mismos que hace cinco años. Solo que, como las redes sociales lo están cambiando todo, pues también han permitido que tengamos la sensación de que los gurús se reproduzcan por esporas.

Ahora un erudito o a alguien con gran autoridad intelectual sobre alguna materia, ni que decir tiene los maestros espirituales, lo tienen realmente fácil. Su irrupción en las redes sociales y la extrema viralidad de estas, les permitirá adquirir notoriedad rápidamente y por lo tanto adquirir la condición de gurú casi sin darse cuenta.

Bueno, lo estoy simplificando todo un poco, evidentemente sea quien sea la persona que haya detrás del término tendrá que haber hecho méritos y muchos en el mundo de la empresa o en la disciplina que se precie para que pueda ser considerado como tal, la diferencia es que hace 100 años habría tardado toda su vida en ganarse esa condición y en la actualidad bastaría con unos pocos días. Una vez demostrada la valía y la autoridad intelectual de la persona, lo más probable es que las redes sociales hagan el resto y en poco tiempo se convierta en una referencia de índole global.

 

Sin embargo, en ocasiones, confundimos churras con merinas y mezclamos  la velocidad con el tocino y es que una cosa es que el trabajo, esfuerzo, sacrificio y muchas horas de estudio e investigación te conviertan en un gurú por haber desarrollado la autoridad intelectual suficiente sobre esa materia en cuestión y otra cosa es que no tengas una “Fanpage” con miles de suscriptores. Ni todos los que tienen miles de seguidores es posible que sean gurús, ni necesariamente todos los gurús, en esta sociedad digitalizada, tienen miles de seguidores, si bien, esto último es cuestión de tiempo; quizás, de muy poco tiempo.

Probablemente esta sociedad alocada y virtualizada, nos ha obligado a repensar el significado del término gurú. Quizás suene inverosímil, pero es posible que a la velocidad ultrasónica a la que se produce la expansión del conocimiento, impulsada por la digitalización de la sociedad de la información,  permitan que en un futuro quizás no muy lejano, cualquiera de nosotros tenga la oportunidad de convertirse en Gurú por un día.