Sobre personas y organizaciones

Categoría: People management @ Human Being Pagina 5 de 38

RR.HH – Scrum Master de la transformación (Agile)…

La necesidad de transformarse para responder a las necesidades de sus clientes se ha convertido en una obviedad en la práctica totalidad de organizaciones.

Si todo cambio de estructura organizativa desencadena una avalancha de cambios, la adopción de las metodologías Agile representa el cambio en todas sus dimensiones. Migrar a un modelo de estas características va mucho más allá de implantar una nueva estructura organizativa. Implica resquebrajar muchos de los paradigmas instaurados en la mayoría de organizaciones en la actualidad y, ante todo, implica un profundo cambio de mentalidad a lo largo y ancho de toda la organización y de todos sus profesionales.

El hecho de que cada vez más empresas se interesen por los modelos de organización del trabajo bajo las metodologías Agile refleja en qué medida otras empresas ya han experimentado los beneficios de adoptar el modelo. Por lo tanto, no parece que nos encontremos ante la enésima tendencia del management sino ante un enfoque realmente útil, práctico y sobre todo, coherente para organizar los recursos de la organización y poner foco en las necesidades reales del cliente.

Pero para poder hacer frente a la gestión del cambio que implica implantar un modelo Agile es necesario entender que por encima de todos los cambios que vivirá la organización, el protagonista indiscutible de esta transformación son las personas, quienes se tendrán que enfrentar a incorporar nuevos comportamientos, nuevas formas de interacción y sobre todo, una nueva manera de pensar.

Esta es la razón por la que la función de RR.HH, o mejor dicho, los profesionales con foco en personas cobran un papel fundamental en un proceso de transformación de estas características…

RR.HH: Scrum Master de la transformación
En un modelo de organización Agile algunos profesionales adoptan roles (que compaginan con su función o puesto) que permiten que las interacciones y dinámicas de los equipos de trabajo adquieran sentido y significado.
Todos los roles del modelo tienen un papel determinante para conseguir que los equipos generen valor, pero desde una perspectiva de transformación el rol de Scrum Master juega un papel crucial.

El Scrum Master es el responsable de que los miembros de un equipo entiendan Scrum, ayuda a que los equipos sean auto-organizados y multifuncionales, soluciona posibles problemas que aparezcan durante los periodos de entrega de valor (sprint), promueve buenas prácticas en la organización y por supuesto, facilita las dinámicas de aprendizaje y cambio dentro de los equipos… (1)

Si resulta evidente el impacto que tiene para las personas el rol de Scrum Master en un contexto de gestión del cambio, igualmente evidente resulta el impacto que en términos de evolución y transformación tienen los profesionales con foco en las personas.

Por ello, si entendemos que Agile es igual a cambio de mindset y, cambio de mindset es igual a cambio de comportamientos, podremos entender las habilidades necesarias para que los profesionales con foco en personas tengan éxito desde su rol como Scrum master del cambio.

1. Vivir la transformación (Transformation practioners) en primera persona, porque sin experimentar el cambio de mindset y comportamientos en uno mismo es imposible ayudar al cambio de los demás.
2. Formar a los demás en los conceptos ligados a la transformación compartiendo el conocimiento necesario para incentivar el crecimiento profesional.
3. Mentorizar a los miembros de la organización inspirándoles desde su propia experiencia y desde su maestría como expertos en procesos de cambio.
4. Ser catalizador del cambio (Transformation mastery) y experto en dinámicas de transformación comprendiendo el negocio y las competencias técnicas de los miembros del equipo.
5. Ser facilitador en dinámicas de trabajo grupales siendo el guía de los procesos mediante los que las personas de los equipos tomarán decisiones para generar valor.
6. Ser Coach ayudando a otros a alcanzar su máximo potencial, desarrollando las habilidades necesarias para adquirir nuevos comportamientos y hábitos en un contexto de cambio.


Sin duda habilidades y capacidades muy diferentes de las que todavía hoy presentan muchos profesionales ligados a la función de RR.HH. pero que resultan imprescindibles para que las personas de una organización inmersa en un proceso de transformación Agile (y en general en cualquier proceso de cambio…) evolucionen sus comportamientos y su forma de pensar.

Todas las organizaciones necesitan ayuda para llevar a cabo sus procesos de transformación. Las personas son las protagonistas indiscutibles para que la transformación organizativa se haga realidad.

El auténtico reto para el área de RR.HH y sus profesionales en un proceso de transformación Agile no consiste en organizarse en squads multidisciplinares, incorporar el visual management o realizar los rituales asociados a dichas metodologías sino en asumir que su rol fundamental será convertirse en el Scrum master de la transformación: viviéndola en primera persona, convirtiéndose en expertos en gestión del cambio, facilitando dinámicas e interacciones donde las personas toman sus propias decisiones y ejerciendo de mentor o coach para ayudar a otros a alcanzar su máximo potencial…

El reto para los profesionales de RR.HH es, no solo ser profesionales de RR.HH, sino convertirse en profesionales con foco en personas que han de liderar su propio cambio y el de la organización

 

(1) Información extraída de la infografía “Roles de Scrum Master” en el blog de Javier Garzas https://www.javiergarzas.com/2014/03/el-rol-del-scrum-master.html

10 comportamientos extraordinarios para ser mejor líder (y mejor persona…)

 

Nuestro contexto empresarial ha cambiado, casi sin darnos cuenta. Hemos aceptado las nuevas reglas del juego. Esta nueva realidad hace incontestable y unánime la necesidad de reciclar nuestras habilidades y competencias para poder aportar valor en un marco socio-empresarial diferente.

La digitalización de casi la totalidad de modelos de negocio, la adopción de nuevas formas de organización del trabajo, la consolidación del machine learning y la irrupción imparable de la inteligencia artificial (por nombrar solo los cambios más relevantes), están teniendo un impacto descomunal en nuestra forma de trabajar y de realizar actividades que aporten valor en nuestras respectivas organizaciones.

Ante semejante avalancha de cambios el papel de las personas que lideran y facilitan el funcionamiento de los equipos de trabajo es absolutamente esencial.

El ejercicio del liderazgo siempre ha sido determinante, pero en un contexto de cambio ultra acelerado y de incertidumbre constante, ese papel adquiere una dimensión mucho más significativa.

Con semejantes evidencias, muchas empresas se han lanzado a rediseñar nuevos modelos de liderazgo con la sana y loable intención de barnizar la gestión de personas de la organización con nuevas habilidades. De esta forma, emergen y se consolidan las competencias digitales: pensamiento crítico, capacidad de innovación,  promoción del cambio, habilidades analíticas y learnagility.

Y, mientras las organizaciones se apresuran en desarrollar a sus actuales y futuros líderes en las nuevas habilidades, nos olvidamos de aspectos esenciales, y pasamos por alto comportamientos que, independientemente de la forma que adopte la organización y de la tipología y naturaleza de los equipos, cualquier persona que asuma la responsabilidad de liderar debe de manifestar.

  • Mostrarse vulnerable

Nadie es infalible. El liderazgo en sí mismo es humanamente imperfecto. Pero existen personas que declaran su vulnerabilidad abiertamente, y reconocen sin problemas tanto lo que hacen bien como lo que no hacen bien. Alguien que lidere a un equipo de personas debe mostrar sus fortalezas, pero también sus debilidades, porque mostrarse imperfecto es parte de la condición humana y por lo tanto de un líder.

  • No etiquetar

Etiquetamos. Lo hacemos casi inconscientemente, desde nuestros modelos de pensamiento y a partir de nuestras Percepciones de la realidad. Los mejores líderes no son los que no etiquetan (dado que todos lo hacemos) sino aquellos que son más conscientes de su capacidad de etiquetar y son capaces de calibrar el riesgo existente en esa práctica. Controlar el hábito de etiquetar permite acercarse a las personas desde otra perspectiva y, normalmente, hacer que éstas den lo mejor de sí mismas.

  • No juzgar

Íntimamente relacionada con la capacidad de no etiquetar se encuentra la capacidad de no juzgar. Emitimos juicios constantemente, construimos verdades absolutas acerca de otros, apalancándonos en comportamientos aislados analizados desde nuestra forma de percibir la realidad. Y emitimos juicios, en ocasiones sentencias, que limitan las capacidades de aquellos que tenemos cerca.

Un líder es más líder cuanto más se apoya en la objetividad de los comportamientos de otros, cuanto más observa y menos juzga.

  • Ser éticamente responsable

Practicar la ética empresarialmente implica hacer lo correcto para obtener resultados, sin causar perjuicios con nuestros comportamientos. Un líder tiene como responsabilidad ayudar a otros  a que consigan sus objetivos y resultados. Pero si se permiten comportamientos negligentes, si se instiga la mala praxis hacia los demás, puede que los objetivos se alcancen siendo éticamente irresponsables. Y, no lo olvidemos, sin ética no hay compromiso.

  • Mostrar empatía

Ser empático es tener la voluntad real de entender como siente la otra persona, como recibe y encaja nuestros comportamientos y los de los demás. Todos tenemos capacidad de empatía, pero la utilizamos de forma condicionada. Tendemos a empatizar más con aquellas personas que se asemejan más a nosotros, pero alguien con capacidad real de facilitar y liderar debe tener la habilidad de hacer extensible esta capacidad hacia cualquier persona independientemente de la afinidad que muestre hacía ella.

  • Ser honesto

La honestidad es un valor esencial para la construcción de relaciones. Y, en un contexto donde la organización del trabajo cada vez implica conectarse más con otros, ser honesto, decir las cosas como son, desde la objetividad y no maquillar la realidad, se convierte en una característica vital para canalizar la energía de un equipo de trabajo.

  • Ser respetuoso

Respetar es aceptar a los demás tal y como son. Una persona que lidera un equipo no solo debe de mostrarse respetuoso en su forma de expresar sus mensajes sino también en la forma de entender las opiniones y las formas de pensar de los demás. El respeto es un pilar fundamental para ayudar y liderar.

  • Confiar

Confiar es el arte de creer en los demás. La capacidad de construir confianza es directamente proporcional a la capacidad de ser honesto y  de empatizar. Cualquier persona llamada a liderar a un equipo debe, ante todo, practicar el arte de hacer que otros crean en sí mismos.

  • Ser generoso

Ser generoso no sólo es ofrecer algo a otros, si no pensar más en los demás antes que en uno mismo. Un líder debe ser totalmente consciente de la importancia de no anteponer sus intereses individuales a los colectivos. Un líder es más líder cuando recurrentemente pone los intereses de la organización por encima de los suyos.

Pero, sin duda, el comportamiento más extraordinario es hacer todo lo anterior de forma frecuente y consistente. De nada sirve decir que no es bueno juzgar, si acabamos juzgando. De nada sirve ensalzar la importancia de la confianza, si no creemos en aquellos con los que colaboramos regularmente. De nada sirve decir que somos vulnerables si no asumimos nuestras imperfecciones.

El ejercicio del liderazgo en nuestro contexto actual está íntimamente relacionado con la capacidad de desarrollar un pensamiento crítico, de promover cambios, de aprender constantemente, de innovar y de manifestar cuantas nuevas competencias digitales como queramos definir, pero sin duda alguna, la práctica del liderazgo ha estado, está y estará siempre relacionada con algunos comportamientos cotidianos que siempre nos harán estar más cerca de los demás.

Comportamientos cotidianos, pero en realidad extraordinarios que quizás nos ayuden a ser mejores líderes, pero que con absoluta certeza nos permitirán ser mejores personas…

Project Branding: un nuevo enfoque en la guerra por el talento

El contexto

De un tiempo a esta parte la gran mayoría de empresas han iniciado sus correspondientes travesías de transformación digital-cultural. Y, en gran parte, el éxito de ese viaje consiste en contar con la tripulación adecuada: personas con los conocimientos y  habilidades necesarios para llevar a buen puerto la transformación.

De ese sentimiento de urgencia compartido por infinidad de empresas de todo tipo de sectores surge la enésima guerra por el talento.

Para añadir mayor complejidad, hay que barnizar la aventura que supone la gestión del cambio con el descomunal impacto que la tecnología está causando en la manera de relacionarse con el cliente, en la forma de plantear los procesos, en la forma de adquirir el conocimiento con el que se debe contar  y, en la forma de trabajar y entender el mundo de la empresa.

Así que, como de costumbre cuando suenan tambores de guerra (por el talento…), los departamentos de gestión de personas han de ponerse manos a la obra y armarse hasta los dientes de estrategias y herramientas para captar la atención y atraer a los escasísimos profesionales que cuentan con el conocimiento necesario y que son capaces de interpretar la hoja de ruta del cambio.

El reto

Prácticamente la totalidad de las empresas quieren formar su tripulación con el mismo tipo de personas: profesionales conocedores de los mismos conocimientos y portadores de un ADN en términos de habilidades y comportamientos que es el que permite imprimir velocidad al proceso de transformación; un ADN igualmente escaso.

Curiosamente, muchos de estos profesionales objetivo de deseo, pertenecen a un segmento de la población educado socialmente de forma antagónica con respecto a aquellos que desde las organizaciones diseñan el arte de la guerra para conseguir atraer su atención e interés.

Pese a ello, la mayoría de organizaciones siguen activando las mismas estrategias para atraer el talento que necesitan. Ingentes cantidades de energía y dinero para trabajar su marca empleadora, ejercicios corporativos para destacar un “look & feel” de empresa moderna equipada con lo último de lo último en espacios físicos abiertos y colaborativos, las más avanzadas, incluso, despliegan como reclamo un arsenal de APPS para realizar todo tipo de transacciones en materia de gestión de personas y, un discurso alrededor de la cada vez más en tela de juicio “carrera profesional”.

Pero pocas organizaciones se detienen a entender las expectativas, inquietudes y anhelos  reales de muchos de esos profesionales cuando estos se plantean aportar su grano de arena en los procesos de transformación y cambio que se les ofrece.

Las empresas  siguen trabajando para ofrecer y comunicar a diestro y siniestro su mejor versión como empleador… obcecadas en el concepto de “Employer Branding”, ensalzando sus virtudes, en muchas ocasiones, sin mostrar la imagen más ajustada a derecho de lo que en realidad son.

Y, cuando por fin, tras una considerable inversión de energía y recursos, obtenemos el “si quiero”, aplicamos la misma medicina de siempre. Un ciclo de gestión de talento que se empeña en trazar planes de desarrollo a largo plazo y en identificar las mismas skills de siempre, como no, casi de la misma forma de siempre…

Quizás sea el momento entender las expectativas e intereses reales de los profesionales en el nuevo contexto de mercado.

Quizás tengamos que poner más esfuerzo en comunicar y mostrar el impacto que se puede generar al participar en un proyecto específico dentro del contexto de empresa.

Quizás sea un buen momento para cuestionar la relación con el talento a largo plazo y concentrarse en optimizar el momento presente  de la relación entre empresa y profesional aunque sea más a corto plazo.

Quizás tenga más sentido obtener un nivel de compromiso estratosférico durante el desarrollo de un proyecto puntual en lugar de permitir que la relación de compromiso se deteriore con el paso del tiempo.

Quizás haya llegado el momento de retar el paradigma de Employer Branding y pensar en términos de “Project Branding”…

Las preguntas

¿Tiene sentido invertir esfuerzo y energía en captar la atención de los profesionales pensando en su vinculación a largo plazo, cuando sus propias expectativas son más cortoplacistas?

¿No sería más lógico trabajar con antelación la coherencia entre lo que decimos que somos y como somos realmente antes de activar la estrategia de atracción?

¿Están las organizaciones preparadas para permitir y asumir que la relación con el talento puede que no sea  a largo plazo?

¿Estamos realmente preparados como profesionales para trabajar por proyectos que impactan en la propuesta de valor que la marca representa hacia sus clientes?

¿Nuestro estilo de relación con el talento en la fase de atracción pivota sobre la escucha activa de las expectativas e intereses reales?

¿Tienen sentido todos los mecanismos de identificación y desarrollo del talento a largo plazo cuando muchos profesionales tienen expectativas de aportación de valor inmediatas?

____________________________________________________________________

Quizás, una estrategia de atracción de talento con foco en ensalzar las oportunidades de aprendizaje, aportación de valor y crecimiento profesional por participar en un proyecto concreto no represente ni tan siquiera un nuevo enfoque…

Pero puede que el project branding sea una manera de redefinir el inicio del ciclo de talento, una forma de reaccionar al nuevo contexto tecnológico y social en el que la inmediatez y la entrega de valor en ciclos cortos se impone para dar respuesta a los clientes. 

Las 3 claves de la revolución Agile: maestría, autonomía y propósito

Que el contexto profesional en el que desarrollamos nuestra actividad profesional ha cambiado drásticamente resulta una obviedad. Lejos de prever una simplificación del mundo en un  futuro cercano, al contrario, existen indicios de que los próximos años aún se modificará mucho más ese contexto.

La irrupción de la inteligencia artificial, IoT, machine learning, la realidad aumentada y virtual por mencionar tan solo algunos de los avances tecnológicos más en boga, transformará todavía con más virulencia la manera en la que las empresas y profesionales  desempeñarán su actividad.

Muchas organizaciones están reaccionando a la complejidad del contexto, a las nuevas demandas de sus consumidores y a la necesidad de evolucionar sus modelos de negocio adoptando metodologías agiles (Scrum, Lean, Canvan) en su forma de trabajar.

Pero ser Agile no es ser el más rápido y adaptarse, sino asumir de forma generalizada una nueva mentalidad en la forma de construir y generar valor dentro de la empresa, poniendo al cliente en el epicentro  de la cadena de valor.

Ser agile implica estar dispuesto a cuestionar, deformar e incluso eliminar determinados paradigmas aún dominantes en la mayoría de organizaciones.

Ser agile implica derrocar la estructura de silos.

Ser agile significa asumir la necesidad de aprender de forma constante.

Ser agile implica entender la importancia de yo para hacer excelente el nosotros.

Por ello, dar el paso de la transformación agile es – además de diseñar un nuevo modelo organizativo basado en tribus y equipos multi-disciplinares (squads) – trabajar de manera sistemática y sistémica sobre tres elementos esenciales para que esta nueva forma de organización de trabajo tenga el impacto real esperado.

Maestría, autonomía y propósito son, sin duda, las tres claves que permiten no solo entender la razón de ser de un entorno agile, sino que este pueda generar valor de forma neta.

Maestría

Entendida como dominio de una disciplina o área de conocimiento.

La forma de generar valor en el seno de un equipo de trabajo multi-disciplinar se sostiene sobre el nivel de especialización de todos y cada uno de los miembros del equipo.

Cada persona debe aportar el nivel de maestría necesaria en su área funcional para hacer que la entrega de valor se produzca de principio a fin sin salir de los confines del equipo.

Adquirir el nivel de maestría necesario en un contexto permanentemente cambiante solo es posible si, en paralelo, se asume la necesidad de aprender e incorporar conocimientos de forma constante. De lo contrario, el equipo se resentirá si alguno de sus miembros no domina su área de expertise.

De esta manera, es crucial tener presente la importancia de estar constantemente aprendiendo para asegurar que se cuenta con el nivel de maestría que se requiere para sostener la cadena de valor del equipo.

Autonomía

Entendida tanto de manera individual como colectiva como el nivel de compromiso para hacer en tiempo y forma lo que se tiene que hacer.

Cualquier profesional que desarrolle su actividad en un modelo agile debe entender la necesidad de responsabilizarse individualmente de la parte del trabajo que tiene que desarrollar dentro del equipo del que forma parte.

Autonomía, por lo tanto, no entendida exclusivamente como la posibilidad de hacer el trabajo de forma independiente sino como, ante todo, la asunción de la responsabilidad y el compromiso individual.

No es viable desarrollar equipos multi-disciplinares autónomos si cada profesional del mismo no es responsable de llevar a cabo las tareas que le corresponden.

La toma de consciencia generalizada de este nivel de responsabilidad, primero individual, es un elemento esencial para que el equipo sea realmente autónomo.

Propósito

Propósito entendido como el PARA QUÉ. Porque el auténtico motor que permite dar sentido a la actividad que lleva a cabo un equipo de trabajo conformado por diferentes personas cada una de ellas experta en una disciplina es entender de forma cristalina para que hacen lo que hacen individualmente y cuál es el impacto de su esfuerzo y de su dedicación.

Sin para qué no hay entrega de valor real, porque cuando un profesional no entiende para que hace lo que hace su trabajo se convierte en una actividad descafeinada.

Propósito, entendido como la razón de ser de la actividad de un profesional, de un equipo y del conjunto de equipos de toda la organización. Sin propósito no hay paraíso agile posible.

Iniciar un proceso de transformación organizativa implementando metodologías agiles no consiste solamente en diseñar una nueva estructura y arquitectura de procesos y flujos de trabajo, sino, ante todo, entender que existen tres elementos fundamentales que dan solidez y cohesión a una nueva mentalidad organizativa colectiva.

La transformación agile representa, sobre todo, una revolución cultural en la empresa que la lleva a cabo.

Una revolución que solo puede entenderse si existe un propósito compartido y cada profesional y equipo entiende para que hace lo que hace y como ello impacta en el propósito colectivo.

Una revolución que se sostiene cuando cada profesional acepta individualmente su nivel de responsabilidad y compromiso para que la autonomía no sea una utopía sino una realidad dentro de cada equipo.

Una revolución afianzada por la maestría en el conocimiento de todas y cada una de las personas que forman parte de la organización.

La transformación agile no es tan solo un conjunto de rituales, ceremonias y nuevos roles, sino la evolución de una empresa mediante la gestión del conocimiento (maestría), la democratización del liderazgo (autonomía) y la definición precisa de su razón de ser (propósito).

Percepciones

Una de las habilidades más importantes para obtener resultados excepcionales a través de las personas consiste en ser capaz de entender e interpretar la realidad del otro.

Probablemente se trata de la capacidad más débil en la mayor parte de nosotros. La rapidez a la que vivimos, la necesidad de inmediatez a la que esa velocidad nos condena o habernos habituado a consumir información compulsivamente hacen que descuidemos notablemente la necesidad de pararnos con un mínimo de calma y poder comprender lo que otras personas nos transmiten, nos cuentan y nos hacen llegar.

Cualquier persona es el resultado de sus experiencias vitales, de los aprendizajes que ha acumulado, de las emociones en las que se haya instalada un día concreto, de sus fortalezas, de sus debilidades y de un interminable etcétera de variables que hacen que cualquiera de nosotros seamos lo que somos.

Y, exactamente desde ahí, desde esa amalgama de vivencias, experiencias, aprendizajes, filias, fobias y aprendizajes somos capaces de observar la realidad, nuestra realidad.

Pero lo cierto es que existen tantas realidades como personas, porque  sencillamente todos y cada uno de nosotros observamos y comprendemos nuestro entorno y, por supuesto, a los que nos rodean desde nuestra exclusiva perspectiva.

Sin embargo, nada es lo que parece a simple vista, esa realidad que observamos y a la que concedemos la condición de verdad absoluta acerca de los demás, está repleta de millones de detalles que pasan completamente desapercibidos ante nuestra forma de mirar al otro.

Y ahí, precisamente ahí, en la capacidad de comprender que la realidad que observamos no es más que nuestra propia versión de la misma y en la decisión de activar la voluntad de querer mirar la realidad desde tantos ángulos como seamos capaces, se esconde la magia de entender a las personas que nos rodean para construir auténticas relaciones de valor.

Vivimos instalados en nuestras percepciones.

Y, precisamente ahora, en este tiempo convulso, vertiginoso, acelerado, inmediato, infoxicado, es más importante que nunca  detenerse y zafarse de la trampa que supone creer que nuestra percepción de la realidad es la única verdad absoluta.

Cuanto más capaces seamos de cuestionarnos la realidad que observamos, cuanto más preguntas nos hagamos acerca de en qué emoción se encuentra la persona que tenemos frente a nosotros y a qué puede deberse, en definitiva, cuanto más dudemos de nuestras percepciones, más capaces seremos de construir relaciones basadas en la segunda, en la tercera o en la enésima oportunidad.

Nos sobran percepciones y nos faltan perspectivas.

Nos falta contexto y nos sobran etiquetas.

Nos falta conocernos  más a uno mismo y nos sobra creer que conocemos  más a los demás.

Nos faltan preguntas y nos sobran respuestas.

Nuestras relaciones personales y profesionales están marcadas por nuestras percepciones, por esa tendencia innata a inferir, a imaginar, a suponer porque otra persona hace lo que hace, porque dice lo que dice y cómo lo dice. Y, sin prácticamente darnos cuenta nos convertimos en jueces y verdugos de los demás, sin pararnos a pensar en la repercusión que nuestros veredictos, basados la gran mayoría de ocasiones en nuestras percepciones de la realidad, tendrán en los demás.

Uno de los grandes retos de las organizaciones de nuestro tiempo radica en ayudar a sus personas a mirar a la realidad desde diferentes perspectivas, a sensibilizarles de los riesgos que entraña ser categóricos en la forma de comprender a los demás.

La complejidad a la que se enfrentan personas y organizaciones requiere mirar a la realidad con gran angular, ampliando nuestra perspectiva del contexto. Ser inconformistas con nuestra forma de entender al otro y desactivar nuestra innata capacidad de inferir la verdad.

Existen muchos mecanismos que pueden ayudar a que las personas aprendan a dudar de sus percepciones y, de esa forma, adquieran el hábito de ofrecer una segunda oportunidad a los demás.

En la magia de conversar para comprender los comportamientos y las emociones de los demás se esconde una de las claves para generar riqueza en nuestro contexto actual.

Ahora que la inteligencia artificial se infiltra progresivamente en nuestras vidas, donde los algoritmos se convierten en protagonistas de nuestras decisiones y el análisis de datos configura nuestro estilo de vida, es momento de dar valor a uno de los rasgos con más poder del ser humano.

Quizás ahora, inmersos en la vorágine de la revolución digital, sea más necesario que nunca dar protagonismo a nuestra inteligencia emocional, esa que difícilmente podrán adquirir las máquinas. Esa capacidad única y exclusiva desde la que podemos gobernar nuestras percepciones,  dudando de ellas,  para poder observar infinitas realidades y construir valor a través de ellas.

Aunque puede que esta sea tan solo mi percepción de la realidad.

Pagina 5 de 38

Funciona con WordPress & Tema de Anders Norén