Es probable que en los últimos siete días nos hayamos hecho más preguntas trascendentales que en el último año. Y también es probable que en los últimos siete días hayamos descubierto miedos que nunca antes habíamos experimentado. Con total seguridad estamos asustados, y probablemente, no sepamos como reaccionar en nuestra nueva y confinada vida.

Pero estas son las nuevas circunstancias desde hace unos días, y a ellas tenemos que adaptarnos. Sin más. Sin excusas. Con determinación. Con convicción. También con Esperanza.

Nos esperan tiempos difíciles, aún hoy en día, resulta complicado estimar cual será el impacto en nuestro futuro más inminente. Solo sabemos que nos esperan cambios que presumiblemente nos harán abordar nuestra vida personal y profesional desde otras perspectivas, esas que necesariamente se activan cuando vivimos algo por primera vez y aprendemos de ello.

En este contexto de miedo, de dudas, de lágrimas, de incógnitas, de curvas y picos, tenemos que ser capaces de crear entre todos otro contexto paralelo.

Es tiempo de construir un contexto de aprendizajes, de oportunidades, de sonrisas, de ovaciones y aplausos a las 20:00, de himnos rescatados del pasado, de creatividad, de resiliencia extrema.
Pero además de construir ese otro contexto que nos obligue a sobrellevar nuestra nueva realidad, también es tiempo de construir un contexto de lucha y determinación.

Estamos en guerra contra algo que no podemos ver pero que todos sentimos de una u otra forma. Tenemos que alzarnos contra nuestra falta de voluntad y la debilidad de relajar nuestros esfuerzos. Nuestro enemigo es la falta de solidaridad y el egoísmo que pueda hacerse fuerte en nosotros o que podamos ver en otros. Nuestro enemigo es la falta de sentido común de aquellos que no entienden el conflicto en el que todos estamos inmersos.

Y, como no podía ser de otra manera, vivimos tiempos de un nuevo tipo de guerra. Una guerra que, paradójicamente, solo puede ganarse borrando fronteras y eliminando diferencias.

Un conflicto que nos obliga a difuminar nuestras diferencias de raza, religión, cultura, educación y nivel social. Una guerra donde los que luchan en primera línea de defensa llevan bata blanca, uniformes de limpieza o sencillamente son transportistas y repartidores. Una guerra que, por extraño que parezca, puede llegar a unirnos y hacernos más humanos.

Y, en tiempos de guerra, – como dijo hace unos días en una de sus comparecencias el general Villaroya, Jefe del Estado Mayor de la Defensa de España – aunque no estemos en la primera línea de defensa, TODOS SOMOS SOLDADOS.

Y en estos tiempos de nueva guerra, donde todos somos soldados del mismo ejército, no podemos relajarnos hasta que se derrote al enemigo por completo, por invisible que este sea. No cabe la debilidad, solo la fuerza de voluntad, la esperanza y la ayuda y solidaridad hacia el otro, de la manera que sea.

Vivimos tiempos de una nueva guerra, 

una lucha en la que NO HAY TREGUA…

y donde TODOS SOMOS SOLDADOS.

Es el juego del gato y el ratón
Tus mejores años clandestinidad
No es muy difícil claudicar
Esto empieza a ser un laberinto
¿Dónde está la salida?
Estas asustado, tu vida va en ello
Pero alguien debe tirar de gatillo.
Tu infantil sueño de loco
No es respuesta demencial
Este juego ha terminado
Mucho antes de empezar.
Anónimo luchador
Nunca tendrán las armas la razón
Pero cuando se aprende a llorar por algo
También se aprende a defenderlo.
Estas asustado, tu vida va en ello
Pero alguien debe tirar de gatillo.

(BARRICADA)

                                     

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