Sobre personas y organizaciones

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Managers de Pasarela

Existen aspectos de la gestión de personas que me resultan fascinantes por lo inverosímiles que son. Cada vez empleo más tiempo en analizar el impacto que determinados comportamientos de un manager (independientemente del nivel de este) tienen sobre sus pares y su equipo directo.

A estas alturas de la película quien más y quien menos tiene claro que la gestión de personas es más un arte que una disciplina, que nunca se acaba de aprender, que es un viaje maravilloso con un final incierto y con altibajos en el camino y que el que no asuma de partida estas ideas no debería nunca ni tan siquiera atreverse a tomar este camino.

Puede que ahí radique uno de los errores iniciales, me refiero a, no tener la más mínima intención de tomar esa dirección y sin embargo verse obligado a cogerla por imperativo legal. Lo he visto ya en demasiadas ocasiones: profesionales excepcionales o simplemente con un buen nivel de desempeño que se ven avocados a una carrera de management cuando en realidad nadie les preguntó si esa opción sería de su agrado, y menos aún, si se sentían preparados para ello. La técnica consistía en lo que técnicamente se llama “aprender a base de ostias” (mis disculpas por la expresión).

Afortunadamente algo han ido cambiando las cosas con el paso del tiempo, aunque todavía muchos directivos tienden a mirar al que más despunta técnicamente sin tener presente lo que ese empleado destacado tendrá que comenzar a hacer en su nuevo papel como Manager Vs los comportamientos que tendrá que dejar de llevar a cabo asociados a su posición anterior.

En realidad la idea que se ha instalado últimamente en mi cabeza está relacionada sobre cómo gestionar situaciones cuanto te encuentras ante un Manager mediocre o pésimo –probablemente porque alguien le atribuyó erróneamente esa responsabilidad y probablemente también porque nadie nunca se preocupó de adiestrarle para ese papel tan crucial- y que, sin embargo cree ser un Manager aceptable e incluso extraordinario. Además de las situaciones que he vivido en primera persona a lo largo de mi experiencia, son muchos los colegas y amigos que han compartido conmigo sus propias vivencias en esta línea, bien como observadores, bien como sufridores… e incluso alguno como los desafortunados protagonistas en su condición de Manager… de cuestionable calidad.

Lo primero que me pregunto al respecto de la situación es, ¿Lo saben?, quiero decir, ¿Son conscientes de sus carencias en gestión de personas?, ¿Lo saben y sin embargo lo disimulan?, ¿Piensan en ello? ¿Les agobiará en algún momento? Son muchas preguntas porque reconozco estar muy despistado al respecto. Es la misma sensación que tengo cuando una pareja tiene un bebé y resulta no ser el más agraciado/a físicamente de la unidad de neonatos, pero los padres le ven como el bebe más bello del universo y cuando haces la visita de cortesía y entregas los bombones luego comentas con tu pareja: ¿Oye decían en serio lo de que es monísimo/a? con absoluta incredulidad, pensando, ¿Cómo es posible que no vean la realidad?. El niño o la niña es feo o fea y sin embargo acaban de decir que es una preciosidad…

Saliendo de maternidad, entro de nuevo en el mundo empresarial y entonces tengo la misma sensación. Cuándo un Manager mediocre o malo, se mira al espejo cada mañana antes de salir de casa ¿Cuál es la imagen que ve reflejada?, ¿De verdad ve un Manager excepcional?

Lamentablemente he llegado a la conclusión de que efectivamente, cuando estos managers se ven reflejados en el espejo, ven a gestores de personas bellos y atractivos, incluso con nivel para desfilar en la pasarela Cibeles del management.

 

Sin embargo la realidad está muy alejada de esa autoimagen pero por unos motivos o por otros no son capaces de verlo, esa ceguera puede ser temporal o permanente pero lo cierto es que son incapaces de reconocer los comportamientos que otros ven en ellos. ¿Por qué?, vuelvo a remitirme a las preguntas que formulaban más arriba.

Entonces esta idea se bifurca en dos:

  1. Lo saben pero les da igual, ellos saben que su capacidad para gestionar personas es mala, limitada, errónea; conocen sus carencias pero no les impacta y no hacen lo más mínimo por mejorar. Son feos, lo saben, pero les resbala.
  2. El bajo nivel de autocrítica y más que probablemente un muy bajo coeficiente de inteligencia emocional, realmente les impide reconocer que sus comportamientos en gestión de personas no son los adecuados según los manuales. Se miran al espejo y se ven guapos, estilizados, pero nadie les ha dicho de manera clara que la realidad es otra muy diferente.

Me preocupan ambas situaciones por igual solo que entiendo deberían tener un tratamiento bien diferente.

Para el primer caso, el tratamiento, no queda más remedio, debería ser de choque. Solo que la administración del mismo debe de venir de arriba, no existe otra vía, cualquier otro tratamiento resultará estéril, incluso el mejor y más cualificado cirujano (léase Coach) fracasará estrepitosamente en el tratamiento porque partirá de una premisa crítica para su trabajo, la falta de colaboración del paciente.

Para el segundo caso, es donde tengo más dudas sobre el tratamiento a aplicar. Ya es tarde para hablar de medicina paliativa o de un tratamiento corrector; de nada sirve ponerle ahora el aparato en los dientes al niño porque ya los tiene bien torcidos, eso habría que haberlo hecho años atrás, pero no teníamos dinero para hacerlo, así que esperamos y esperamos y ahora no hay quien le meta mano a la boca. El tratamiento es mucho más caro. En otras palabras, como en su momento no había presupuesto, no se le formó en gestión de personas y ahora, nos lamentamos, porqué lleva a cabo todos los comportamientos “torcidos” que hay que enderezar.

¿Cirugía plástica entonces? Umm, puede que sirva para algo, pero está claro que el paciente tiene que tener la voluntad de hacerse los retoques, un “lifting”, botox, rinoplastia, pómulos, así hasta que se vean guapos con sus comportamientos. Pero ¿Cuánto cuesta el tratamiento?, ¿Tenemos el tiempo necesario para el normal post-operatorio?, las pequeñas cicatrices tras pasar por el quirófano requieren cierto tiempo para desaparecer y que no se noten, ¿Tiene tiempo el paciente? ó ¿Tendrá que salir de la clínica recién operado? Claro, todo esto bajo la premisa de que el paciente finalmente vea sus defectos y carencias.

Sin embargo la cuestión es ¿Y si no los ve por sí mismo?, ¿Deberíamos decirle que no es precisamente el manager más atractivo de la organización y que su equipo, incluso su manager tienen la misma opinión? Y, entonces ¿Quién le pone el cascabel al gato?, quien asume la responsabilidad por qué sin duda lo es, de decirle que no tiene las medidas para desfilar o que sus rasgos desentonan con los estándares mínimos establecidos por la organización? ¿Le corresponde solamente a su Manager? o ¿Debería ser una responsabilidad compartida entre su manager superior y su equipo directo?

Todas ellas, preguntas sin una única respuesta válida me temo, dado que cada caso es diferente. Solo tengo una idea clara. No perdamos nunca de vista que a quien nos dirigiremos haciéndoles ver la realidad que ofrece su espejo, son personas, no seamos necios pensando que somos más atractivos que ellos aunque quizás nuestro nivel de autocrítica sea algo mejor, no debemos perder de vista que en esa comunicación existe riesgo de causar daño emocional, comunique quien comunique. Planifiquemos la intervención antes de llevarla a cabo, evaluemos y visualicemos cómo será la recuperación antes de tomar el bisturí si finalmente se opta por ese camino. Las peores cicatrices son las causadas por el daño emocional, muchas veces irreparable. El riesgo de que el paciente no vuelva a desfilar si algo sale mal está latente. Manejemos con tacto esa comunicación.

«Conciliando»…el sueño

                          

En los últimos treinta años nuestro país ha atravesado una profunda revolución y evolución económica (ahora tan en tela de juicio) y social, siendo representada esta última por varios procesos: la incorporación masiva de la mujer al entorno laboral/profesional,  el acceso masivo a la realización de estudios universitarios y, consecuentemente, el retraso en la edad media de emancipación del hogar paterno con el correspondiente efecto colateral en el aumento de la edad media a la que una pareja tiene su primer hijo.

Pertenezco generacionalmente al “Baby boom” de los años 70. Mi mujer, profesional cualificado, navega, a diario, al igual que yo por las corrientes de un entorno profesional ultra exigente. Fui de los que accedí con total libertad al mundo universitario, no abandoné el nido paterno hasta más allá de los 27 años y tuve mi primer hijo por encima de los treinta. En otras palabras los cambios socio demográficos descritos en el primer párrafo me aplican de manera directa. Probablemente muchos de los que estéis leyendo este post os sintáis identificados en la misma línea o conozcáis a alguien en vuestro círculo de confianza que responde a ese perfil.

Si mezclamos todos esos aspectos en una coctelera obtendremos un sabroso combinado; un licor que nos suele provocar dolor de cabeza, resaca y que nos impide conciliar el sueño y más aspectos  de nuestra vida.

Cada vez hay más profesionales que beben del cocktail resultante y que entran en un círculo vicioso que gira alrededor del concepto “conciliación”; inicialmente del sueño y posteriormente de la dichosa dicotomía entre lo personal y profesional. Incluso el círculo gira en sentido contrario, primero no se concilia la dicotomía y posteriormente se acaba por no conciliar el sueño por no saber cómo llevar cabo un balance saludable de ambos planos.

Esos profesionales anhelan ver esfuerzos por parte de las organizaciones, tienen la necesidad de que estas, asuman que las reglas sociales del juego hace tiempo que cambiaron y que los modelos tradicionales de la organización del trabajo ya no son operativos, simplemente generan dolor de cabeza e insomnio.

La ecuación se ha complicado con la inclusión de innumerables variables. Lo más normal es, bueno, quizás habría que decir, era – resulta inevitable hablar en tiempo pasado dado el escandaloso número de parados que ahoga nuestro mercado laboral-  que si ambos miembros de la pareja trabajan, además lo hacen por cuenta ajena y decidieron tener hijos, el conflicto conciliador esté servido.

La logística doméstica nunca fue tan relevante como ahora; “back-office familiar” -léase abuelos- , guarderías, aulas matinales, campamentos de verano, “externas”, “internas”, actividades extraescolares; todo vale para poder dar el máximo en la organización para la que se trabaja, sin sentir la presión de tener que “escaparse” para ir a recoger a los niños al colegio, sin tener la sensación de que se está haciendo algo que no procede por “salir corriendo”. Cada vez más profesionales viven con la sensación de hacer una “pole position” cada día de la semana, de abarcar lo inabarcable, de convertirse en superhéroes o superheroinas.

Mientras el debate en la calle sigue girando entorno a las dificultades de conciliar vida personal y vida profesional, muchas organizaciones- si bien cada vez parece haber más excepciones- siguen siendo ajenas a que el modelo social es, simplemente, diferente. Siguen siendo reacias a asumir que su papel es crítico para permitir que los y las profesionales sigan dando lo máximo de sí mismos pero en un modelo de organización del trabajo diferente, necesariamente con más cintura.

No obstante, deberían ser los Líderes, Ejecutivos y Mandos intermedios pertenecientes a esa generación “X” nacida en los años 70, quienes progresivamente y en tanto en cuanto asuman posiciones de responsabilidad en la gestión de las organizaciones sean los artífices del cambio. Los que tengan en su mano la posibilidad de cambiar el modelo de organización del trabajo. Su Liderazgo no debería pasar por alto la responsabilidad de inyectar dosis necesarias de cambio, entendiendo que la organización del trabajo debe de hablar el mismo idioma que la realidad social. Será responsabilidad de esa “new wave” de directivos y mandos intermedios que dejemos de tener dificultades para conciliar el sueño y pasemos a conciliar los dos planos, personal y profesional, de una forma efectiva y real.

El Liderazgo del Lado Oscuro

1er acto

Es ingente la cantidad de teorías, artículos, libros, que se han escrito acerca del concepto Liderazgo. Todos tenemos referentes de líderes buenos y líderes malos en nuestra retina, conformamos una opinión sobre el liderazgo de alguien, por encima de los conocimientos y teorías que conozcamos al respecto en base a nuestra propia experiencia y estructura de valores. No es mi objetivo en este post abrir una nueva vía de debate al respecto, ya se ha escrito mucho y con mucho mayor rigor científico. Me he permitido la licencia de copiar literalmente un fragmento extraído de la Wikipedia y que será de gran ayuda para contextualizar mejor la segunda parte de este post.

“Según, Rallph M. Stogdill, en su resumen de teorías e investigación del liderazgo, señala que «existen casi tantas definiciones del liderazgo como personas que han tratado de definir el concepto. Aquí, se entenderá el liderazgo gerencial como el proceso de dirigir las actividades laborales de los miembros de un grupo y de influir en ella. Esta definición tiene cuatro implicaciones importantes.

En primer término, el liderazgo implica a otras personas; a los colaboradores o seguidores. Los miembros del equipo de trabajo, dada su voluntad para aceptar las órdenes del líder, ayudan a definir la posición del líder y permiten que transcurra el proceso de liderazgo; si no hubiera a quien mandar, las cualidades de liderazgo del gerente serían irrelevantes.

En segundo, el liderazgo entraña una distribución desigual del poder entre los líderes y los miembros del equipo de trabajo. Los miembros del equipo no carecen de poder; pueden dar forma, y de hecho lo hacen, a las actividades del grupo de distintas maneras. Sin embargo, por regla general, el líder tendrá más poder sobre los demás y es quien decide que se debe hacer.

El tercer aspecto del liderazgo es la capacidad para usar las diferentes formas del poder para influir en la conducta de los colaboradores, de diferentes maneras.

El cuarto es la combinación de los tres primeros, pero reconoce que el liderazgo es cuestión de valores y principios [i]

Pero me pregunto ¿Se puede realmente cuantificar cuantos estilos de liderazgo existen?, depende del enfoque y de la teoría que lo estudie, del tipo de relación o influencia que el líder ejerza sobre sus subordinados o seguidores; lo cierto es que hay un sinfín de estilos de liderazgo ya tipificados, tan solo por citar alguno:  autocrático, democrático, laissez faire, paternalista, carismático, lateral, transaccional, transformacional, dictador, etc, etc, etc

Segundo acto

Las experiencias compartidas por muchos y muy buenos amigos y excelentes profesionales junto con mis propias vivencias han ido enriqueciendo el portfolio de tipologías de liderazgo que personalmente he ido identificando a lo largo de los años y que se suman a las más conocidas y mencionadas párrafos arriba; Se tratan quizás de nuevas especies de liderazgo, que tienen en común una característica: son perjudiciales para la salud organizativa. Aunque presumiblemente no existe todavía una teoría desarrollada empíricamente sobre ellos esbozaré alguno de ellos.

Liderazgo miope: consiste en la dificultad para enfocar correctamente los objetos lejanos, el largo plazo; se fuerza la vista porque no se ve claro el hacia donde debe dirigirse la organización.

Liderazgo anoréxico: se caracteriza fundamentalmente por la obsesión por adelgazar la organización y por no engordarla bajo ningún concepto. Esta tipología de líderes centran su atención en un exagerado control de costes tendiendo a minimizar la estructura organizativa, la báscula es su mejor aliado.

Liderazgo libra o bipolar: No se trata de un tipo de liderazgo extremadamente perjudicial pero sin duda no es saludable. Consiste en la falta de rigor al fijar el rumbo. Toma decisiones con convicción en una dirección con la misma firmeza con la que toma decisiones en sentido contrario dos días más tarde.

Liderazgo Robinson Crusoe: fácilmente identificable debido a que el líder tipo Robinson se encuentra solo en su entorno, no tiene seguidores que apoyen su gestión; consume su “mandato” haciendo señales de humo para que vengan en su auxilio a rescatarle

Liderazgo manostijeras: este tipo de líder se caracteriza por tener una buena voluntad en sus acciones y propósitos pero no es capaz de evaluar el impacto negativo que puede tener el uso excesivo de su buena voluntad.

Liderazgo burbuja: se caracteriza porque el líder conocedor de sus carencias y debilidad de su sistema inmunológico ante los agentes externos se ve obligado a crear su propio espacio de autoprotección que le aísla por completo de la organización. Este autoblindaje le impide palpar la realidad organizativa con sus propias manos y acaba por perder el contacto.

Liderazgo místico: se trata de uno de las tipologías de liderazgo más metafísicas pero al mismo tiempo más inútiles. El líder místico cree estar en contacto con un ser superior que le guía y que marca su destino, pero estas directrices suelen estar muy alejadas del mundo terrenal, el de carne y hueso. Se consideran seres superiores embajadores de un mensaje que nadie más conoce pero en el que cuesta mucho creer por lo inverosímil que resulta.

Liderazgo OVNI: se caracteriza principalmente por aparecer de manera repentina y de forma inesperada. Sin embargo existen muy pocas personas en la organización que hayan visto al líder ovni en alguna ocasión. Las organizaciones con este tipo de líder ansían encuentros en la tercera fase frente a las apariciones inesperadas y con falta de nitidez.

Estos son algunos de las nuevas tipologías de liderazgo afincado en el lado oscuro, ese al que ningún líder que se precie debería aproximarse nunca. A partir de aquí es vuestro turno, ya que con total seguridad a lo largo de vuestra experiencia os hayáis encontrado con tipologías de liderazgo en el lado oscuro que queráis compartir conmigo en este blog.


[i] Extraido de Wikipedia

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