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Liderar– Innovar– Transformar: Una visión integrada

tridenteYa no resulta necesario explicar de nuevo las características del contexto económico que vivimos. Se ha asumido, no sin dificultades, que la realidad ya nunca volverá a ser como antes; una amplia mayoría de profesionales hemos comprendido que es prácticamente imposible prever cómo será el futuro a corto, medio y obviamente a largo plazo.

Entre tanto, mientras se producía esta comprensión de la realidad, liderazgo, innovación y transformación se convertían en los tres conceptos más recurrentes y utilizados en el día a día de muchas organizaciones en estas convulsas primeras décadas del S.XXI.

A pesar de su calado y relevancia, en muchas ocasiones estos tres conceptos se entienden de forma aislada e inconexa. Con demasiada frecuencia, cada uno libra sus propias batallas para tratar de prevalecer sobre los otros dos y para tratar de hacer frente a ese nuevo tablero de juego que representa ahora el mercado y  sus impredecibles reglas.

Sin embargo, en raras ocasiones encontramos un enfoque integrado de los tres planos; cuando en realidad, existe una estrecha e íntima relación entre todos ellos. Es más, me atrevería a decir que su existencia aislada representa un esfuerzo estéril para conducir la organización hacia su supervivencia. Por lo tanto, la capacidad de sobrevivir al mercado pasa necesariamente por comprender en qué medida, cada uno de ellos  da sentido al otro…

Liderar es innovar…

El liderazgo visionario representado por tantos y tantos líderes en infinidad de empresas y organizaciones ha sido (y en cierto modo seguirá siendo) un modelo necesario. Pero a diferencia de unos años atrás, en la actualidad, esa capacidad visionaria se antoja insuficiente y limitada, porque nuestra realidad empresarial arroja demasiadas incógnitas y variables que dificultan la capacidad de proyectar una visión en solitario.

En este nuevo tiempo, la capacidad de sobrevivir de muchas empresas pasa por una trasferencia de estilo. Un relevo en el que el liderazgo visionario – aun coexistiendo – cede la primacía a un liderazgo caracterizado por atreverse a hacer las cosas de forma diferente; un modelo de liderazgo que fomenta el ensayo y error; un liderazgo que cuestiona la forma en cómo se han venido haciendo las cosas; un liderazgo que absorbe la incertidumbre desarrollando culturas innovadoras, entornos organizativos que ensayan y se equivocan, ecosistemas empresariales que aprenden de sus errores. En definitiva, un liderazgo que piensa en formato de beta permanente, y que entiende que su principal misión no es visionar… sino innovar.

Innovar para transformar…

Pero si la esencia de liderar en este nuevo contexto es innovar… la razón de ser de la innovación es la transformación. La innovación se convierte de esta forma en la palanca más necesaria para la gestión del cambio. Porque, sencillamente no es posible transformar ninguna realidad empresarial si se siguen haciendo las cosas de la misma forma de siempre.

La innovación no es una disciplina exclusivamente dirigida a evolucionar nuevos productos, servicios o procesos (innovación continua) o a crearlos desde cero (innovación disruptiva), la innovación es, en su esencia, el mayor mecanismo de transformación de una organización. Y, llegados a este punto, conviene recordar que transformar es modificar, alterar, variar, redefinir y en definitiva cambiar. Las empresas, deben interiorizar la gestión del cambio como un proceso perenne y permanente, un proceso que no tiene fin; es tal la velocidad a la que se suceden los acontecimientos, que la gestión del cambio es un proceso que una vez iniciado, no puede tener fecha de caducidad. En resumen, el fin de innovar no es la innovación en si misma… sino la transformación y el cambio que se producen a través de ella.

Transformar para Liderar…

Pero es preciso cerrar el círculo. Liderar para innovar. Innovar para transformar. Y… transformar para liderar ya que la transformación debe ser el leitmotiv que impregne fundamentalmente el estilo de liderazgo de cualquier organización que realmente tenga intención de sobrevivir en el contexto económico actual. De esta manera la gestión del cambio y la adecuación constante de los procesos de negocio, los comportamientos y, en definitiva, la cultura debe ser el terreno de juego habitual para el ejercicio del Liderazgo.

Un líder es genuinamente transformador, cuando lo primero que pone en cuestión es a sí mismo… y para ello es imprescindible desarrollar y entrenar una capacidad de autocrítica que le permita transformarse en primera persona para fomentar la gestión del cambio. Pero, huyamos de la transformación gratuita, pensemos en el líder troyano, el agente de transformación por excelencia… una figura que reivindica por encima de todas las cosas la autocrítica con fines constructivos, un rol que ejerce el liderazgo desde, por y para la transformación, un rol que entiende que transformar es la mejor forma de liderar la realidad empresarial que vivimos.

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tableroDe esta manera, es necesario entender que,  aquellos profesionales que desempeñan roles de liderazgo en cualesquiera de sus formas, los profesionales que impulsan los procesos y dinámicas de innovación y aquellos que desarrollan las acciones más transgresoras y disruptivas componen en realidad las partes de un mismo todo.

La clave del éxito y la supervivencia en aquellas organizaciones que tratan de jugar la partida en ese nuevo tablero de juego en el que se ha convertido el mercado, pasa por entender que liderar, innovar y transformar son tres medios que deben entrelazarse para alcanzar un único fin.

Un liderazgo que cuestiona el modus operandi tradicional, un enfoque innovador orientado a la transformación y un entorno de cambio como caldo de cultivo ideal para el ejercicio del liderazgo, representan una visión integral de un tridente imprescindible para cualquier organización que no solamente pretenda sobrevivir, sino además, convertirse en un referente en su industria.

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Una Organización con vistas

 

Las organizaciones están obligadas a evolucionar. En entorno lo exige. Las circunstancias lo demandan. Sin embargo, a muchos líderes, CEO’s y mandos intermedios les cuesta ver más allá del bucle en el que pasan inmersos su día a día. La organización, atascada en la ardua tarea de mejorar la productividad, de reducir los costes, de vender más, de, en definitiva, hacer más con menos, ha ido, de forma progresiva, perdiendo visión, ha dejado de enfocar nítido para ver borroso.

¿Por qué pierden visión las Organizaciones?

Dificil pregunta, sin embargo esencial para poder determinar la causa del problema, y, por ende, analizar su posible solución.

La causa de una disfunción visual, sea del tipo que sea, de una Organización, con total seguridad no es causada por un único factor. Sin embargo, la pérdida progresiva de visión, que llega a desembocar incluso en la ceguera total, puede tener su razón de ser en una serie de factores y la interrelación de los mismos.

– Liderazgo 0.0. La presencia dominante de un estilo de liderazgo tradicional, enfocado en el control y micro-management, focalizado en el control de costes,  y con nula orientación a personas, es sin duda uno de los factores más determinantes en el proceso de pérdida de visión. Un estilo de liderazgo en su versión 0.0 puede alcanzar resultados cortoplacistas, pero genera unos ingentes costes en el largo plazo, debido, a su contribución a la ceguera organizativa.

– Rigidez estructural. Una organización construida en base a departamentos estancos representa un caldo de cultivo óptimo para la pérdida de visión. Las estructuras excesivamente compartimentadas son menos propicias para el trasvase y flujo de información, algo necesario, para tener siempre perspectiva sobre un horizonte más amplio que el definido por el propio departamento, área, o business unit.

– Foco en resultados inmediatos. Cualquier organización existe para generar un beneficio a sus stakeholders, este, obviamente, no es el problema. Sin embargo, cuando se insta, se valora y se recompensa el alcance de objetivos en el corto plazo, cuando todos los mecanismos refuerzan la cultura del “fast benefit”, el riesgo de miopía va “in crescendo”. La orientación al resultado express implica tomar decisiones que impactan la capacidad organizativa en el medio y largo plazo, dicho de otra manera, forzar la vista para ver bien de cerca, implica que al levantar la vista al frente, la imagen no será nítida, la Organización se frotará los ojos mientras se tambalea y se marea, por su pérdida de enfoque a largo plazo.

– Cultura  conservadora: Hubo un tiempo en el que el cambio en cualquiera de sus variedades suponía un hito aislado. Procesos homogéneos, arraigados y anclados en el tiempo eran la mayor garantía de estabilidad. No cambiar, era, normalmente la mejor forma de demostrar la fuerza de la Cultura y de su resistencia hacia el cambio. Evidentemente, ante el escenario socio-económico que dibuja el S.XXI, mantener este enfoque cultural estático equivale a eclipsar parte del campo de visión organizativo. No cuestionarse una cultura conservadora, es hoy, la forma más sencilla de hipotecar el futuro de la organización en el medio y largo plazo.

La primacía de uno de estos factores sobre el resto, o la combinación en diferentes grados de cada uno de ellos, puede dar origen a cualquiera de las disfunciones visuales que pueda presentar una organización, desde una leve miopía, pasando por un  repentino pero extremadamente grave desprendimiento de retina, o, en el peor de los casos, la pérdida completa de su visión estratégica.

¿Es posible recuperar la visión?

Liderazgo, Estructura, Enfoque a resultados y Cultura, pueden ser al mismo tiempo los cuatro factores que doten a la organización y  al proyecto de una agudeza visual encomiable. Qué la Organización corrija la disfunción o recupere la visión, pasa por evolucionar cada uno de ellos en otra dirección.

Del Liderazgo 0.0 a un Liderazgo Transformador con foco en la innovación y en potenciar la capacidad relacional de la organización como palanca de generación de valor.

De estructuras rígidas que taponan el flujo de información e ideas a estructuras flexibles y adaptables que faciliten la cooperación, el trasvase de conocimiento y la comunicación en todos los niveles.

– De la Orientación al resultado inmediato a la diferenciación en la propuesta de valor como palanca para incrementar beneficios a largo plazo aunque esto implique contener en primera instancia el beneficio a corto.

– De la Cultura conservadora a una cultura innovadora que, de manera natural, cuestiona los procesos, el uso y la costumbre y se preocupa de su adaptación para ajustarse a un nuevo orden socio-económico.

Un último apunte.  No caigamos en la complacencia de señalar al liderazgo como el único, o, al menos, principal causante de las deficiencias visuales de la Organización.

No olvidemos que, quizás, el factor más relevante de todos, somos los profesionales que formamos parte del proyecto. Todos  impactamos en mayor o menor medida en la salud visual de nuestra Organización. Nuestro comportamiento determina nuestra capacidad de enfocar. Nuestras acciones y conversaciones delimitan nuestro campo visual, son las que contribuyen a que la organización no pierda nunca la perspectiva. Trabajemos para corregir a título individual nuestros propios defectos de enfoque y amplitud de miras, de otra manera, la organización nunca recuperará su agudeza visual.

Por lo tanto, cada  profesional es el responsable de trabajar para posicionar Liderazgo, Estructura, Enfoque a resultados y Cultura en el plano adecuado. Es el esfuerzo individual y colectivo el que permite en todo caso, alojarse en una Organización con vistas.

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