Sobre personas y organizaciones

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La Organización 2.0. & La liga de los hombres extraordinarios

El intra-emprendimiento en red impulsado por el nuevo Liderazgo 2.0. será la principal forma de vida en la Organización del S.XXI #twittrrhh

Esta reflexión propia, compartida a través de mi cuenta en Twitter y la respuesta de Christian Reyes @chreme son la fuente de inspiración de esta entrada.

Si no se hace el esfuerzo de separar la vista de la vía por la que circulamos, da vértigo contemplar la velocidad a la que se producen los cambios en el entorno socio-económico y demográfico que envuelve a las organizaciones. 

Como en cualquier ejercicio proyectivo, resulta difícil dibujar un horizonte nítido. Sin embargo hoy en día existen indicios claros a nivel global que nos dan pie a pensar que en un futuro no demasiado lejano, probablemente, los entornos organizativos conocidos hoy, serán sustancialmente diferentes.

“Organizaciones esenciales” o “Core-organizations” que apuestan por concentrar su know-how y conocimiento crítico prescindiendo de todos los recursos y apoyos a priori “externalizables”;  Proliferación de profesionales independientes especializados que cooperaran en red prestando sus servicios de alto valor añadido vinculándose a proyectos concretos y de duración determinada; Organizaciones estructuralmente planas y con tendencia a la Redarquía que desplazarán a las todavía hoy mayoritarias estructuras típicamente jerárquicas; Liderazgo distribuido por igual en todos los integrantes de un mismo proyecto u organización esencial. Proliferación de intra-emprendedores en el seno de las organizaciones, empleados de hoy transformados en profesionales con enfoque Yo S.A. prestadores de un servicio de valor añadido. Organizaciones  pobladas de profesionales Premium, referentes en su área y con una potente marca propia y reputación en el mercado.

Sin embargo, no nos llevemos a engaño, aún estamos lejos de un escenario caracterizado de forma generalizada por esta morfología; resulta  difícil aventurar el tiempo que se empleará en llegar a este horizonte; mientras tanto, una gran mayoría de profesionales, permanece impasible, atónito, asistiendo cuasi-petrificados en primera fila al proceso de madurez y evolución de estos cambios.

Desde el presente organizativo en el que vivimos, da la sensación de que las organizaciones del “futuro” estarán formadas por hombres y mujeres con súper poderes; individuos con cualidades, que hoy en día podrían parecer  sobrehumanas. Pensamos que  las Organizaciones del Siglo XXI (en el que ya estamos…), las etiquetadas o bautizadas como 2.0, serán el resultado de la conjunción de individuos portentosos, que en cada comunidad organizativa-productiva formarán algo parecido a una Liga de hombres y mujeres extraordinarios… aunque probablemente ese nuevo entorno organizativo  no se cimentará en super-hombres o super-mujeres…

Cuesta visualizar un escenario organizativo compuesto de manera generalizada por lideres 2.0, intra-emprendedores, profesionales independientes especializados, “core organizations”, y estructuras redárquicas perfectamente engrasadas, pero el presente socio-económico parece empujarnos inexorablemente en esta dirección,  un trayecto de duración indeterminada en el que contarán con una clara ventaja competitiva aquellos que se preparan a conciencia en este momento para visualizar y afrontar ese futuro borroso e incierto de una forma nítida y cristalina.

La futura Organización 2.0 contará en sus filas con hombres y mujeres completamente normales pero que años atrás fueron los miembros e integrantes de la liga de los hombres  y mujeres extraordinarios de la Organización 1.0.

Sé lo que “tuiteasteis” el último verano

Cada día son más las personas que desarrollan dos identidades de una misma vida consiguiendo  que su yo real y su alter-ego virtual coexistan en paralelo. El yo real, actúa en un escenario material de carne y hueso, mientras su alter-ego virtual lo hace en un entorno etéreo e intangible a primera vista, localizado en plataformas y redes sociales desarrolladas en modo web. La segunda es una realidad definida como 2.0, quien ha bautizado a la primera como 1.0, como si de un estadio evolutivo preliminar se tratase.

Las empresas, ubicadas más o menos placenteramente en la ladera de la montaña se enfrentan a una avalancha imparable, ven desde su enclave en el valle como una ingente cantidad de nuevas experiencias  se precipita sobre ellas, apenas sin capacidad de reacción hasta no hace mucho tiempo. Sin embargo, como elementos organizativos vivos, las empresas están respondiendo a los cambios rápidamente y en muchas ocasiones, cada vez más, sacándoles partido en su favor.

Las personas, me referiré a ellas en su rol profesional de “candidato” – por el contexto hacia el que dirijo esta entrada – están aprendiendo rápidamente a desarrollar y potenciar esa realidad 2.0 a través de la web. Una persona, por ende, un profesional, ya no es tan solo ella y su circunstancia, sino ella y su avatar o su yo virtual. En el marco de esta nueva realidad, los profesionales hacen, dicen, interaccionan, contactan, muestran, producen todo tipo de información, opiniones, contenidos, imágenes, e incluso sensaciones y sentimientos; es por lo tanto una vida plena que se vive con mayor o menor intensidad, al igual que en la vida real (1.0) y que deja una impronta y una huella en todas las plataformas y entornos virtuales en los que se existe.

Por su parte, las organizaciones, al menos las que ya han hecho la lectura correcta de la relevancia que esta realidad 2.0 ha adquirido, han comprendido que la existencia virtual puede aportar generosa información sobre la personalidad, destrezas, habilidades y estilo de relación de un profesional. Cada vez son más los empleadores que exploran el plano virtual de un potencial empleado llevando a cabo un “screening” intencionado de la actividad de este en su otra realidad, la, a priori, no tangible.

Llegados a ese punto, se abre el debate de hasta qué punto puede relacionarse la existencia virtual de una persona con su vida real profesional. Surgen preguntas como: ¿Puede establecerse una correlación clara entre las credenciales que un profesional presenta (cotejables en base a sus experiencias reales) y las interacciones y destrezas que parece presentar en el entorno 2.0? ¿Es legítimo desestimar una candidatura por la opinión que pueda arrojarnos la actividad virtual de ese candidato?, ¿Dónde se encuentra el límite entre la vida privada virtual y la vida profesional real?

Mientras el debate se desarrolla con diversidad de opiniones y sin saber si existe un único o varios planteamientos válidos para abordar la cuestión, conscientes del más que presumible “screening” de información que se llevará a cabo, los profesionales estén o no inmersos en un proceso de cambio o búsqueda no pueden pasar por alto los siguientes aspectos:

–   Las credenciales han dejado de estar presentes de forma exclusiva en el curriculum vitae y  en las referencias físicas que puedan aportarse por parte del propio candidato.

–  El perfil profesional es un todo conformado por las experiencias atesoradas en otras organizaciones y reflejadas en el tradicional CV, junto con la actividad virtual desarrollada en las principales redes sociales del momento: Facebook, LinkedIn, Twitter, Google +, Blogs personales/profesionales, por citar solo las más significativas.

–  Cada movimiento virtual puede ser rastreado y utilizarse por lo tanto, para rechazar o validar las opciones hacia una candidatura determinada.

–  Los “check-in” que realicemos a través de las correspondientes aplicaciones permitirán incluso “rastrear” nuestra ubicación y aportaran información sobre el “dónde existimos” en el entorno real.

–  Las imágenes que adornen nuestros perfiles públicos generarán una opinión inmediata sobre nuestro comportamiento, nuestros hobbies, nuestras amistades y nuestros gustos o preferencias.

–  Las herramientas existentes que miden el nivel de influencia virtual permiten catalogar en que campos se nos considera un referente por parte de otros usuarios en redes.

–  La presencia en foros, comunidades, grupos de interés, suscripciones, y las opiniones que se vuelquen en ellos apuntarán y señalarán cuales son nuestros intereses profesionales, pero también hablará de nuestras preferencias privadas.

–  Las ideas expresadas en modo “tweet”, “Share”, “posts”, “me gusta” “actualización de perfil”, etc construirán una reputación virtual ineludible, convirtiéndose en una poderosa y generosísima carta de presentación de nuestro comportamiento.

–   Los vínculos establecidos en modo de “contacto directo”, “follower, o “fan” servirán para definir la coherencia de nuestra red de contactos, permitiendo el análisis de la pertinencia de la misma con nuestra actividad profesional, el grado de homogeneidad/heterogeneidad de nuestra red e incluso la  geolocalización del network, entre otros aspectos.

No es mi objetivo en este post juzgar la pertinencia o no de la labor “investigadora” o el ejercicio de “voyeurismo” que llevan a cabo en la actualidad e incrementarán en un futuro inmediato los empleadores; tampoco pretende que sea entendido como un toque de atención hacia nadie. La libertad de expresión y opinión debe prevalecer por encima de cualquier otra cosa, pero las empresas también harán uso de esa misma libertad, de juicio en este caso tras el correspondiente análisis de nuestra huella virtual.

Por lo tanto, es preciso qué, cómo profesionales, seamos conscientes de que nuestros “avatares” tienen intersección con nuestra realidad profesional y personal en el entorno 1.0 y que las organizaciones y buscadores de talento rastrearán nuestro comportamiento virtual en todas sus dimensiones. En definitiva, aunque pensemos en que nuestra huella virtual es efímera y volátil, esta, sin embargo, permanece y siempre se sabrá lo que “tuiteamos” el último verano.

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