Sobre personas y organizaciones

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La mano que desarrolla la red…es la mano que “domina” el mundo…

Nos guste o no, vivimos en un mundo conectado, experimentamos conexiones a diario, nuestros círculos se expanden, nuestros nodos se multiplican, y poco importa que queramos alejarnos de esa hiperconexión que todo lo abarca… ni el más huraño ermitaño puede escapar a esta salvaje era de la conectividad…

Extrapolado al plano profesional, por encima de nuestra condición, función, ocupación, actividad, experiencias acumuladas y expectativas de desarrollo, la conectividad marcará nuestra vida profesional cada vez a mayor velocidad. Es un proceso imparable e innegable. Observar esta realidad está al alcance de todos…

A partir de aquí, os dejo algunas reflexiones sin orden, sin numeración, sin ranking alguno; no se trata de un decálogo, no es un dogma de fe, tan solo una recopilación de ideas sobre la relevancia que la conectividad tiene y tendrá para el desarrollo de profesionales y organizaciones.

-Incorporar la conectividad a nuestra vida profesional no es hacer una lectura ultra avanzada de la realidad, es una necesidad perentoria para adecuarnos a la transformación de nuestro entorno.

Nuestro entorno se compone de multitud  de redes repletas de oportunidades en forma de conocimiento, ideas y experiencias.

Todos formamos parte de una o varias redes en la medida en que estas forman parte de nuestro entorno.

-Lo que determina nuestra expansión como profesionales conectados es nuestro “activismo” dentro de las redes a las que nos adherimos.

Los vínculos que establecemos nos conceden acceso directo a un proceso de enriquecimiento profesional que es directamente proporcional a nuestro interés por  desarrollar asociaciones de forma continuada en el tiempo.

La conectividad no enriquece profesionalmente “per se”, es nuestro apetito por el aprendizaje el que determina en qué medida podemos optimizar nuestras conexiones.

Cualquier profesional puede construir una red diseñada a la medida de sus inquietudes y expectativas de dimensionamiento profesional.

La empleabilidad de un profesional no se incrementa por el mero hecho de estar en la red, sino por la capacidad para generar y compartir experiencias dentro de ella.

La rentabilidad de nuestras conexiones es directamente proporcional a la amplitud de nuestra capacidad relacional.

La optimización de la red y de sus conexiones no es un terreno exclusivo para extrovertidos, más bien un campo abonado para los que quieran alimentar su aprendizaje.

Cuanto más conversamos, preguntamos, respondemos, compartimos, e interactuamos más potenciamos nuestra capacidad relacional, una puerta abierta de par en par a la co-creación de oportunidades profesionales.

El ejercicio del liderazgo tiende a consolidarse como el máximo exponente de la conectividad de conocimiento, habilidades y expectativas.

La consecución de resultados en la empresa del S.XXI pasa inevitablemente por fomentar la conectividad entre los integrantes de la organización con, entre y hacia todos sus stakeholders.

La construcción de una red y el desarrollo de las conexiones dentro de ella debe enfocarse como un quid pro quo, un proceso de enriquecimiento multidireccional.

Es preferible desarrollar la red pensando en lo que puedes ofrecer más que en lo que puedes obtener. Egoísmo y socialnetworking son términos incompatibles.

En la organización del S.XXI, la conectividad se convierte en un proceso de negocio cotidiano no extraordinario.

El desarrollo de la red es un proceso a largo plazo. La urgencia limita el dimensionamiento inteligente de la red.

La generación de valor se concibe cada vez más como la consecuencia de la conectividad entre cliente, proveedor, empresa, accionista y sociedad.

La función de RR.HH. evoluciona de forma silenciosa hacia el rol de Socialnetworker, un potenciador y optimizador del conocimiento y el talento.

-La gestión de personas experimenta una metamorfosis hacia la conexión de personas, conocimientos y experiencias.

En tanto en cuanto somos profesionales conectados, nuestro valor lo determinará nuestra red y las relaciones, conocimiento e ideas que seamos capaces de generar dentro de ella.

-Las empresas aprenderán a valorar retributivamente la capacidad relacional de sus profesionales ya que está incrementará las opciones para la consecución de resultados.

-La consecución de resultados en la empresa del S.XXI dependerá de su capacidad para conectar las personas con los conocimientos y las experiencias necesarias.

El acelerador de la generación de valor en una empresa es cada vez más la conexión y no la gestión del talento.

-Gestionar personas es cada vez más conectar emociones, gestionar emociones… es, en definitiva… conectar personas.

El 31 de Octubre de 2011 la población mundial alcanzó el umbral de 7.000 millones de habitantes. Aproximadamente el 40% está conectado a internet. En Octubre de 2012 y tras 10 años de existencia, Facebook alcanzo 1.000 millones de usuarios activos. En un plazo de 7 años Twitter sedujo a 500 millones de usuarios.

La ley de los seis grados indica que esta es la distancia entre dos personas en el mundo off-line; sin embargo estudios recientes sobre las redes sociales indican que la separación promedio es de 4,47 grados… cercana a los 3,5 en países avanzados…

Sin embargo, el hecho de que todavía cerca del 60% de la población mundial no tenga acceso a Internet permite intuir el potencial en términos de generación de conexiones y conocimiento…

Estos datos, extraídos a golpe de wikipedia quizás permitan entender mejor la rotundidad del título que encabeza esta entrada…, lo cierto es que las manos de aquellos profesionales y empresas que desarrollen y optimicen la red y sus conexiones, serán las que dominen el mundo que representa el mercado y las oportunidades dentro del mismo… y esa es, precisamente, la idea que subyace a estas 25 reflexiones sobre conectividad, empresa y desarrollo profesional…

5 claves para rentabilizar las Conversaciones en la Web Social

Es indudable que la web social está transformando nuestra forma de vida tanto personal como profesional. A la velocidad que se suceden los avances tecnológicos y las funcionalidades de los entornos 2.0, resulta complicado aventurar el impacto de ese cambio en el medio y largo plazo. Es lógico pensar que la forma en cómo hoy gestionamos nuestro desarrollo profesional será uno de los aspectos donde mayor sea ese impacto.

En paralelo, la importancia de la gestión de las conversaciones a través de la web social (y fuera de ella) cada vez cobra mayor protagonismo. Resulta curiosa la relevancia que damos ahora a la idea de conversar; es como si no hubiésemos conversado nunca hasta ahora en nuestros entornos organizativos. Sin embargo, nunca he concebido la actividad socio-económica sin la conversación, quizás porque desde mi condición innata de Socialnetworker siempre otorgué un papel primordial a las conversaciones para el auto-desarrollo y aprendizaje propio y de terceros.

Esta reflexión pretende conjugar la relevancia de la conversación en el marco que supone la Web social para el establecimiento de conexiones, interacciones y la generación de aprendizajes.

Hay que dar importancia a la idea de conversar, porque a través de la conversación podemos aprender y, posteriormente, podemos capitalizar ese aprendizaje para enriquecer nuestra propuesta de valor y para incrementar nuestra empleabilidad; la web social, por su parte, permite que nuestras conversaciones como mecanismo de aprendizaje puedan crecer de forma exponencial.

El entorno 2.0 nos abre la puerta a un mundo que carece de barreras y límites para establecer conexiones y construir relaciones.

Sin embargo, no debemos idealizar y convertir el binomio web social–conversación en la panacea del crecimiento profesional. Es más, si no gestionamos adecuadamente este binomio podemos incurrir en una alarmante falta de productividad. De todos los riesgos a evitar, cabría destacar la infoxicación, es decir, la intoxicación por exceso de información en la que fácilmente podemos caer debido al descomunal volumen de datos, imágenes e ideas a las que estamos expuestos cuando nos adentramos en cualquier entramado 2.0 con un mínimo de curiosidad; Si no sabemos dosificar esa sobredosis de información, podemos entrar en colapso o desbordar nuestra capacidad de absorción de ideas. Otro riesgo a evitar, sería una afección que podríamos definir como “hiperconectivitis aguda” o la inflamación aguda de nuestro sistema relacional, que se produciría al establecer e intentar gestionar más relaciones de las que nuestro espacio-tiempo nos permite administrar.

Pero la idea de esta entrada no es centrarse en los  “trastornos” producidos por un uso indebido o irracional del binomio conversación–web social, al contrario, me detendré en definir cinco aspectos claves que debemos tener en cuenta para rentabilizar las conversaciones que pueden establecerse a través del ecosistema 2.0.

1. Definir cuidadosamente los objetivos por los que se está presente en la web social. Antes de la inmersión 2.0, convendría revisar que queremos ofrecer y que esperamos obtener, siendo esta la secuencia correcta. Si estás dando tus primeros pasos, dedica el tiempo suficiente a la definición del “¿Por qué y Para qué?”, si ya eres un usuario avanzado, revisa las razones por las que sigues interactuando. El punto de partida es más relevante de lo que parece.

2. Conceptualizar el nivel conversacional: sobre qué materias, disciplinas estamos cualificados y dispuestos a conversar. Conviene tener presente que una conversación siempre es (como poco) bidireccional. Interactuar sólo para escuchar no es interaccionar ni establecer conversaciones, ni en versión 2.0 ni en 1.0. Definidos los objetivos, conviene analizar el discurso o discursos que compondrán nuestro nivel conversacional y evaluar el impacto del mismo y su potencial percepción en el marco de las conversaciones que se lleven a cabo.

3. Seleccionar cuidadosamente las redes, foros virtuales, grupos y comunidades a las que quieres pertenecer. La web social es todo un universo plagado de galaxias espectaculares repletas de información, pero también de agujeros negros que pueden absorber tu tiempo y tus recursos de forma improductiva.

4. Identificar correctamente quienes serán los interlocutores virtuales. La comunidad virtual debe crecer de forma racional, siendo acorde a los objetivos definidos y al nivel conversacional. La velocidad a la que crezca una comunidad virtual y la consistencia de la misma impactarán de lleno en la optimización de las conversaciones que se establezcan en el ecosistema 2.0. y, en el aprendizaje que obtengamos en el mismo.

5. Utilizar las conversaciones en la web social como un punto de partida para establecer conexiones en modo 1.0. Pese a que el enriquecimiento profesional a través de conversaciones en comunidades virtuales es una realidad, la traslación de esas interacciones a la vida real debería ser uno de los objetivos principales en un porcentaje de las  conversaciones y conexiones que se establecen en versión 2.0.

Banalizar la importancia de la web social y trivializar las conversaciones que desarrollamos dentro de esta, son errores que no debemos cometer bajo ningún concepto.

La rentabilización de nuestro aprendizaje en entornos y comunidades virtuales (y reales) y, el impacto que las conversaciones y conexiones desarrolladas en ellas tienen sobre nuestro capital social, son ya aspectos imprescindibles en nuestro esquema de desarrollo como profesionales del siglo XXI

 

Este post es una adaptación de una entrada publicada en Zyncro blog

Sé lo que “tuiteasteis” el último verano

Cada día son más las personas que desarrollan dos identidades de una misma vida consiguiendo  que su yo real y su alter-ego virtual coexistan en paralelo. El yo real, actúa en un escenario material de carne y hueso, mientras su alter-ego virtual lo hace en un entorno etéreo e intangible a primera vista, localizado en plataformas y redes sociales desarrolladas en modo web. La segunda es una realidad definida como 2.0, quien ha bautizado a la primera como 1.0, como si de un estadio evolutivo preliminar se tratase.

Las empresas, ubicadas más o menos placenteramente en la ladera de la montaña se enfrentan a una avalancha imparable, ven desde su enclave en el valle como una ingente cantidad de nuevas experiencias  se precipita sobre ellas, apenas sin capacidad de reacción hasta no hace mucho tiempo. Sin embargo, como elementos organizativos vivos, las empresas están respondiendo a los cambios rápidamente y en muchas ocasiones, cada vez más, sacándoles partido en su favor.

Las personas, me referiré a ellas en su rol profesional de “candidato” – por el contexto hacia el que dirijo esta entrada – están aprendiendo rápidamente a desarrollar y potenciar esa realidad 2.0 a través de la web. Una persona, por ende, un profesional, ya no es tan solo ella y su circunstancia, sino ella y su avatar o su yo virtual. En el marco de esta nueva realidad, los profesionales hacen, dicen, interaccionan, contactan, muestran, producen todo tipo de información, opiniones, contenidos, imágenes, e incluso sensaciones y sentimientos; es por lo tanto una vida plena que se vive con mayor o menor intensidad, al igual que en la vida real (1.0) y que deja una impronta y una huella en todas las plataformas y entornos virtuales en los que se existe.

Por su parte, las organizaciones, al menos las que ya han hecho la lectura correcta de la relevancia que esta realidad 2.0 ha adquirido, han comprendido que la existencia virtual puede aportar generosa información sobre la personalidad, destrezas, habilidades y estilo de relación de un profesional. Cada vez son más los empleadores que exploran el plano virtual de un potencial empleado llevando a cabo un “screening” intencionado de la actividad de este en su otra realidad, la, a priori, no tangible.

Llegados a ese punto, se abre el debate de hasta qué punto puede relacionarse la existencia virtual de una persona con su vida real profesional. Surgen preguntas como: ¿Puede establecerse una correlación clara entre las credenciales que un profesional presenta (cotejables en base a sus experiencias reales) y las interacciones y destrezas que parece presentar en el entorno 2.0? ¿Es legítimo desestimar una candidatura por la opinión que pueda arrojarnos la actividad virtual de ese candidato?, ¿Dónde se encuentra el límite entre la vida privada virtual y la vida profesional real?

Mientras el debate se desarrolla con diversidad de opiniones y sin saber si existe un único o varios planteamientos válidos para abordar la cuestión, conscientes del más que presumible “screening” de información que se llevará a cabo, los profesionales estén o no inmersos en un proceso de cambio o búsqueda no pueden pasar por alto los siguientes aspectos:

–   Las credenciales han dejado de estar presentes de forma exclusiva en el curriculum vitae y  en las referencias físicas que puedan aportarse por parte del propio candidato.

–  El perfil profesional es un todo conformado por las experiencias atesoradas en otras organizaciones y reflejadas en el tradicional CV, junto con la actividad virtual desarrollada en las principales redes sociales del momento: Facebook, LinkedIn, Twitter, Google +, Blogs personales/profesionales, por citar solo las más significativas.

–  Cada movimiento virtual puede ser rastreado y utilizarse por lo tanto, para rechazar o validar las opciones hacia una candidatura determinada.

–  Los “check-in” que realicemos a través de las correspondientes aplicaciones permitirán incluso “rastrear” nuestra ubicación y aportaran información sobre el “dónde existimos” en el entorno real.

–  Las imágenes que adornen nuestros perfiles públicos generarán una opinión inmediata sobre nuestro comportamiento, nuestros hobbies, nuestras amistades y nuestros gustos o preferencias.

–  Las herramientas existentes que miden el nivel de influencia virtual permiten catalogar en que campos se nos considera un referente por parte de otros usuarios en redes.

–  La presencia en foros, comunidades, grupos de interés, suscripciones, y las opiniones que se vuelquen en ellos apuntarán y señalarán cuales son nuestros intereses profesionales, pero también hablará de nuestras preferencias privadas.

–  Las ideas expresadas en modo “tweet”, “Share”, “posts”, “me gusta” “actualización de perfil”, etc construirán una reputación virtual ineludible, convirtiéndose en una poderosa y generosísima carta de presentación de nuestro comportamiento.

–   Los vínculos establecidos en modo de “contacto directo”, “follower, o “fan” servirán para definir la coherencia de nuestra red de contactos, permitiendo el análisis de la pertinencia de la misma con nuestra actividad profesional, el grado de homogeneidad/heterogeneidad de nuestra red e incluso la  geolocalización del network, entre otros aspectos.

No es mi objetivo en este post juzgar la pertinencia o no de la labor “investigadora” o el ejercicio de “voyeurismo” que llevan a cabo en la actualidad e incrementarán en un futuro inmediato los empleadores; tampoco pretende que sea entendido como un toque de atención hacia nadie. La libertad de expresión y opinión debe prevalecer por encima de cualquier otra cosa, pero las empresas también harán uso de esa misma libertad, de juicio en este caso tras el correspondiente análisis de nuestra huella virtual.

Por lo tanto, es preciso qué, cómo profesionales, seamos conscientes de que nuestros “avatares” tienen intersección con nuestra realidad profesional y personal en el entorno 1.0 y que las organizaciones y buscadores de talento rastrearán nuestro comportamiento virtual en todas sus dimensiones. En definitiva, aunque pensemos en que nuestra huella virtual es efímera y volátil, esta, sin embargo, permanece y siempre se sabrá lo que “tuiteamos” el último verano.

MARCA PERSONAL & FAMA

Uno de los conceptos que más ha acaparado mi interés recientemente por la relevancia que conlleva en la gestión de personas es el de “marca personal”. Mi objetivo con esta entrada no es más que aportar mi propia visión sobre el mismo. Resultaría muy pretencioso por mi parte hacer un post con ánimo de sentar cátedra al respecto, sobretodo porque creo que hay muchos profesionales que llevan investigando y escribiendo sobre ello desde hace mucho tiempo y con gran criterio.  Es obligatorio referirse aquí a Andrés Pérez Ortega, a quien hay que remitirse cuando se trata el concepto de marca personal por ser uno de los pioneros en España en la materia.

Es un concepto de moda, del que mucha gente habla, simplemente porque, por unos u otros motivos, consideran que es importante. Y están en lo cierto.

La construcción y desarrollo de una marca personal es algo muy serio; se trata, por encima de cualquier otra cosa, de adquirir un compromiso consigo mismo. No existe mayor error que definir una estrategia de posicionamiento personal pensando en alcanzar un fin, ya que lo correcto sería hacerlo pensando en el propio enriquecimiento que el mero hecho de llevarlo a cabo revertirá en nosotros mismos.

Considero que ello es así, porque para que la estrategia sea óptima debemos de pasar por un proceso de autoanálisis y autoconocimiento profundo y exhaustivo. No existe otro modo de diseñar esa estrategia y comenzar a trabajar sobre ella. Si erramos en ese análisis, si nos sobrevaloramos o infravaloramos, si nos autoengañamos en cuanto a nuestras habilidades, conocimientos y expectativas,  o si no conocemos con detenimiento nuestras fortalezas y armas secretas, el punto de partida estará viciado y difícilmente podremos desarrollarnos en ese proceso de construcción de nuestra marca, que, no olvidemos es lo más interesante y fructífero.

No solo hablamos de compromiso con nosotros mismos, diseñar, e implementar nuestra estrategia de posicionamiento conlleva también sacrificio. Inevitablemente y si la estrategia es buena, habrá que comenzar a hacer cosas que no hacíamos antes,  al igual que habrá que dejar de tener comportamientos existentes, y, más que probablemente ambas cosas nos exigirán mucho esfuerzo, por lo tanto, el contrato que firmamos con nosotros mismos debe de ser sincero y consecuente. El esfuerzo y sacrificio son inherentes al desarrollo de nuestra marca personal.

Asumido el compromiso y decididos a realizar el esfuerzo, la tercera cuestión es, ¿Por cuánto tiempo?, ¿Hasta cuándo tendré que trabajar para afianzar mi marca?, la respuesta, desde mi punto de vista es sencilla pero difícil de asimilar, SIEMPRE. Un proceso de construcción y desarrollo de una marca personal  puede que tenga un principio, pero necesariamente no puede tener un final. Se trata de un camino, que, una vez iniciado no tiene retorno, y cuya meta nunca se atisba en el horizonte. Cuando comencemos a correr, será mejor marcar un ritmo tranquilo pero constante ya que la meta es  una ilusión óptica, al igual que un horizonte, por mucho que caminemos, este, la meta, la marca, siempre nos permitirá caminar más para alcanzarla.

Siempre me gustó y, creo que es  un fragmento que ilustra muy bien a que me refiero, aquel discurso inaugural que ofrecía la profesora de danza a sus discípulos en una famosa serie ochentera…. “Tenéis muchos sueños, buscáis la fama pero…,la fama cuesta , pues aquí es dónde vais a empezar a pagar… con sudor”

Por lo tanto, Compromiso, Esfuerzo y Tiempo tres conceptos que entrelazados entre sí, unidos con fuerza suponen las claves, no del éxito, sino del proceso que supone trabajar en nuestra marca personal; su combinación nos permitirá crecer a lo largo del camino, y, sí la estrategia definida previamente, basada en nuestra autocrítica y nuestro autoanálisis, fue la correcta, no cabe la menor duda de que merece la pena dar el paso.

La marca personal somos nosotros mismos, potenciando las capacidades y habilidades en las que somos sobresalientes y haciéndolo saber de manera inteligente, escogiendo nuestra audiencia y estableciendo las relaciones que nos permitirán llegar a la discográfica que nos ofrezca grabar nuestro primer single. El camino habrá sido duro, muchas horas de ensayo, infinidad de cuerdas rotas, acordes disonantes que no permiten dar con la melodía perfecta, meses tocando en el metro con un sombrero boca arriba recogiendo humildad, pero construyendo nuestra identidad, nuestro sello musical, nuestra marca personal.

 El ideal es además, vivir de ello, pero si eso no es posible, nuestro propio reconocimiento y el de aquellos que nos rodean y que nos acompañarán en el camino harán que valga la pena  luchar por alcanzar la fama.

Y para aquellos que hayáis llegado hasta aquí, y que algún fragmento de esta entrada os haya provocado cierta nostalgia, os regalo el fragmento del encabezado de aquella mítica e irrepetible serie.

«Conciliando»…el sueño

                          

En los últimos treinta años nuestro país ha atravesado una profunda revolución y evolución económica (ahora tan en tela de juicio) y social, siendo representada esta última por varios procesos: la incorporación masiva de la mujer al entorno laboral/profesional,  el acceso masivo a la realización de estudios universitarios y, consecuentemente, el retraso en la edad media de emancipación del hogar paterno con el correspondiente efecto colateral en el aumento de la edad media a la que una pareja tiene su primer hijo.

Pertenezco generacionalmente al “Baby boom” de los años 70. Mi mujer, profesional cualificado, navega, a diario, al igual que yo por las corrientes de un entorno profesional ultra exigente. Fui de los que accedí con total libertad al mundo universitario, no abandoné el nido paterno hasta más allá de los 27 años y tuve mi primer hijo por encima de los treinta. En otras palabras los cambios socio demográficos descritos en el primer párrafo me aplican de manera directa. Probablemente muchos de los que estéis leyendo este post os sintáis identificados en la misma línea o conozcáis a alguien en vuestro círculo de confianza que responde a ese perfil.

Si mezclamos todos esos aspectos en una coctelera obtendremos un sabroso combinado; un licor que nos suele provocar dolor de cabeza, resaca y que nos impide conciliar el sueño y más aspectos  de nuestra vida.

Cada vez hay más profesionales que beben del cocktail resultante y que entran en un círculo vicioso que gira alrededor del concepto “conciliación”; inicialmente del sueño y posteriormente de la dichosa dicotomía entre lo personal y profesional. Incluso el círculo gira en sentido contrario, primero no se concilia la dicotomía y posteriormente se acaba por no conciliar el sueño por no saber cómo llevar cabo un balance saludable de ambos planos.

Esos profesionales anhelan ver esfuerzos por parte de las organizaciones, tienen la necesidad de que estas, asuman que las reglas sociales del juego hace tiempo que cambiaron y que los modelos tradicionales de la organización del trabajo ya no son operativos, simplemente generan dolor de cabeza e insomnio.

La ecuación se ha complicado con la inclusión de innumerables variables. Lo más normal es, bueno, quizás habría que decir, era – resulta inevitable hablar en tiempo pasado dado el escandaloso número de parados que ahoga nuestro mercado laboral-  que si ambos miembros de la pareja trabajan, además lo hacen por cuenta ajena y decidieron tener hijos, el conflicto conciliador esté servido.

La logística doméstica nunca fue tan relevante como ahora; “back-office familiar” -léase abuelos- , guarderías, aulas matinales, campamentos de verano, “externas”, “internas”, actividades extraescolares; todo vale para poder dar el máximo en la organización para la que se trabaja, sin sentir la presión de tener que “escaparse” para ir a recoger a los niños al colegio, sin tener la sensación de que se está haciendo algo que no procede por “salir corriendo”. Cada vez más profesionales viven con la sensación de hacer una “pole position” cada día de la semana, de abarcar lo inabarcable, de convertirse en superhéroes o superheroinas.

Mientras el debate en la calle sigue girando entorno a las dificultades de conciliar vida personal y vida profesional, muchas organizaciones- si bien cada vez parece haber más excepciones- siguen siendo ajenas a que el modelo social es, simplemente, diferente. Siguen siendo reacias a asumir que su papel es crítico para permitir que los y las profesionales sigan dando lo máximo de sí mismos pero en un modelo de organización del trabajo diferente, necesariamente con más cintura.

No obstante, deberían ser los Líderes, Ejecutivos y Mandos intermedios pertenecientes a esa generación “X” nacida en los años 70, quienes progresivamente y en tanto en cuanto asuman posiciones de responsabilidad en la gestión de las organizaciones sean los artífices del cambio. Los que tengan en su mano la posibilidad de cambiar el modelo de organización del trabajo. Su Liderazgo no debería pasar por alto la responsabilidad de inyectar dosis necesarias de cambio, entendiendo que la organización del trabajo debe de hablar el mismo idioma que la realidad social. Será responsabilidad de esa “new wave” de directivos y mandos intermedios que dejemos de tener dificultades para conciliar el sueño y pasemos a conciliar los dos planos, personal y profesional, de una forma efectiva y real.

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